Por
  • David Serrano-Dolader

¿Negra Navidad?

Luces Navidad en la calle Alfonso de Zaragoza.
Luces Navidad en la calle Alfonso de Zaragoza.
Oliver Duch

Esto tiene pinta de que en Navidad… ni el turrón más caro del mundo, ni muñecas que se dirigen al altar, ni el calvo de la lotería, ni burbujas de cava, ni burra que vaya a Belén, ni langostinos de palmo, ni cuñados sabelotodo. El 25 de diciembre estará confinado perimetralmente (como ahora dicen que se dice), el 31 de diciembre entrará en toque de queda en la tercera uva, y el 6 de enero los camellos estarán retenidos por falta de justificante de movilidad.

La espera desespera: venceremos (¡o no!) y volveremos a reunirnos (¿dónde?). Y… quiquiriquí (¿la misa del gallo?). Esto es un lío, pío, pío. Sé que no debo salir; sé que no debo entrar; sé que debo lavarme las manos; no estornudar; ventilar; acoplarme mascarillas; no meter el dedito en boca, nariz ni ojos. Pero, a pesar de saber tanto, no sabemos casi nada. Llegó una ola, luego vino otra, no hubo bajamar, las aguas se desbordan, no hay cangrejos en las rocas pero a veces parece que caminamos marcha atrás. Será el sino del destino: ¿tiene tino el desatino?

¿Y cómo salimos de esta? Compremos langostinos y guardémoslos en el congelador. Hagámonos con un décimo que acabe en cero pelotero. Rebusquemos villancicos de ‘freestyle’. Y tendamos la mano al cuñado sabedor. Dejamos todo en suspenso pero no lo suspendemos. Y vayamos escribiendo la carta a los Reyes Magos: "Majestades: ya que no funciona eso de la educación semipresencial…". Pero esa es otra historia. Como diría el loco: con pasteles de esperanza, siempre se llena la panza.

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