Historia de una calle

El palacio de Fuenclara es una obra que solo recibirá 100.000 euros en 2019 y de cara a 2020 y 2021 contará, si así lo decide el próximo gobierno, con 8 millones.
'Historia de una calle'.
Oliver Duch

Hay calles cargadas de historia. En Zaragoza tenemos muchas de ellas. Una de las más atractivas y singulares es la calle Fuenclara, la primera a la izquierda de la calle Alfonso I entrando desde el Coso. Y si Antonio Buero Vallejo escribió la historia de una escalera, a ver por qué no vamos a poder escribir nosotros la historia de esta pequeña calle en la que tuvo su estudio la pintora Pilar Aranda, ese que, como se cuenta por ahí, sirvió de refugio a su historia de amor con Juan Eduardo Cirlot.

Lo primero que llama la atención en ella es el callejón sin salida al Coso que se abre a su izquierda: la calle del Desengaño, que mantiene viva la antigua estampa de los viejos callejones zaragozanos. En el número 5 del Coso abrió sus puertas hasta finales del siglo XIX la conocida Posada de San Miguel, y junto a ella una casa de juego muy popular y concurrida. Los jugadores que perdían en ésta buena parte de su dinero y, en ocasiones, todo su patrimonio, salían por la puerta de atrás –y no por la principal del Coso–, contritos y ‘desengañados’, y de ahí que a ese callejón se le acabara llamando de ese modo.

A continuación está el hermosísimo Palacio de Fuenclara, construido al parecer a finales del siglo XV, aunque fue reformado en los siglos XVI y XVII. Debió de pertenecer a la familia Agustín y allí nacería en 1517 Antonio Agustín –hijo de un vicecanciller de Aragón y consejero de Fernando el Católico–, que sería arzobispo de Tarragona y, según todos los tratadistas, un gran polígrafo y hombre de cultura. Publicó numerosos libros (la mayor parte en latín) que no he leído, aunque sí leí un deslavazado librito sobre él que publicó Ricardo del Arco en 1910, en el que dice que "disfrutó de inteligencia fecundísima". El palacio pasó luego a los Condes de Fuenclara y de ahí su nombre. En él estuvo el cine Fuenclara, que luego, reformado, pasó a llamarse cine Arlequín; y también la Filmoteca de Zaragoza, donde tantas horas pasé y en la que conocí a Manuel Rotellar y a Luis Alegre, alumno por entonces de mi mujer.

En los bajos del palacio hubo dos establecimientos muy importantes para la cultura de esta ciudad. De uno de ellos todavía se conserva un letrero que anuncia: "Sellos de caucho. Fabricación propia". Es lo que queda de Gráficas Minerva, la imprenta de las vanguardias zaragozanas, en la que Tomás Seral y Casas editó en 1931 ‘Mascando goma de estrellas. Poemas bobos’, un rarísimo libro surrealista que se exhibía en el escaparate de la librería CIAP, en el Paseo Independencia, en medio de los más heteróclitos objetos, entre los que Federico Torralba recordaba un orinal. También en Gráficas Minerva se editó la colección ‘Cuadernos de Poesía’ de Ediciones Cierzo, que se abrió en 1935 con el libro de Seral ‘Cadera del insomnio’, y al que siguieron otros de Mª Dolores Arana, Maruja Falena o Gil Comín Gargallo. Del mismo modo, vieron la luz en esa imprenta los 14 números de la revista ‘Noreste’, la gran revista de la vanguardia aragonesa que Seral creó en el otoño de 1932 con Ildefonso-Manuel Gil y Antonio Cano y que habría de durar hasta el invierno de 1936. El otro fue, claro, la Librería y Sala de Arte ‘Libros’, fundada por Seral y Casas, que abrió sus puertas a comienzos de 1940 (el proyecto lo firmó José de Yarza en 1939) y cuya fachada aún se conserva en la actualidad. En ‘Libros’ expuso por primera vez Antonio Saura y yo vi allí muchas exposiciones extraordinarias, entre ellas la primera de Jorge Gay. Mantuvo abiertos casi hasta el final la librería, la sala de exposiciones y un taller de enmarcaciones.

Y al final de la calle Fuenclara se abre otro callejón sin salida, el callejón de Torres-secas, que, como ocurre con el del Desengaño, mantiene la lápida original del siglo XIX con su nombre. Ese callejón también tiene su importancia en la cultura zaragozana, aunque no en la de vanguardia, sino en la popular. En él murió el 11 de mayo de 1905 el legendario Pedro Nadal, ‘El Royo del Rabal’, que había nacido en 1844 y fue el gran cantador de jotas del siglo XIX. Nadal, además de las femateras y zaragozanas, popularizó el estilo de ‘las alpargatas’, también conocido como ‘de las carrozas’: "Más valen las alpargatas / de un humilde jornalero / que las doradas carrozas / de los nobles tiranuelos". Y por si esto fuera poco, que no lo es, en ese mismo callejón estuvo la imprenta de ‘La Perseverancia’ de Manuel Sola, en la que el sobrino nieto de Martín Zapater, Francisco Zapater y Gómez, editó en 1868 su conocido ‘Goya. Noticias biográficas’, en el que dio a conocer las famosas cartas del pintor de Fuendetodos a su tío abuelo. Pequeña calle la de Fuenclara, pero postinera.

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