Por
  • Alberto Anel, José Carlos Ciria, Ana de Echave y Carmen Marcuello

¿A qué aulas volveremos?

La pandemia obligó a vaciar las aulas.
La pandemia obligó a vaciar las aulas.
Krisis'20

El 13 de marzo muchísimos docentes nos fuimos a la cama incapaces de concebirnos dando clases sin aula, pizarra ni estudiantes delante. La semipresencialidad y no digamos la no presencialidad sonaban a alternativas exóticas y futuristas. En lo que duró la duermevela del inicio del confinamiento tratamos de adaptarnos a la situación entre frustraciones (¿por qué se me cuelga la wifi precisamente ahora?, ¿cómo echo mano de una pizarra?, ¿dónde están los estudiantes que no se conectan?). Mayoritariamente, nuestro norte fue repetir en línea los ritmos y prácticas de la enseñanza presencial síncrona tradicional; nuestro horizonte de lo posible, la viabilidad técnica. Es tentador rendirse a los cantos de sirena, confundir lo que ‘es posible hacer’ con una tecnología con su ‘uso real’ en el aula y llegar a pensar que cualquier uso aporta valor.

«The times they’re changing», cantamos en su día quedándonos más con la música que con la letra. Ante el cambio hay que distinguir entre las necesarias adaptaciones y las esencias irrenunciables. ¿A qué brújula aferrarnos en estos tiempos de mudanza? Quizá, no tan sorprendentemente, volver a los viejos principios. Esos que iban acumulando polvo y transformándose en eslóganes. Es urgente repensarlos, darles vida a la luz de las nuevas circunstancias y reivindicarlos. Para muchos de nosotros, el aprendizaje es un proceso en el que alternan la reflexión (la soledad del que en su intimidad da vueltas a una idea) y la discusión que pule, bruñe y depura esa idea, desbrozándola de errores. Todo uso de la tecnología que no permita eso o que lo estorbe es perjudicial o, en el mejor de los casos, inútil.

Hay, además, criterios que cobran relevancia renovada. El que la situación generada por la pandemia se esté agravando y alargando más allá de lo previsto hace que la sostenibilidad y la equidad sean aún más acuciantes. Sabemos que la tecnología queda coja si no maduramos una metodología para manejarla. Además, en una organización en la que se enseña, una cosa es la potencialidad del entorno de aprendizaje y otra, bien distinta, es el diseño de actividades de aprendizaje y evaluación. Para que el resultado sea efectivo, como se ve, la adaptación del profesorado a estos nuevos entornos mixtos enriquecidos (conocidos como ‘blended-learning’) no solo pasa por mejorar sus competencias digitales y conocimiento de metodologías activas de aprendizaje, sino por la introducción de cambios de modelo en la propia organización.

Todo esto, aderezado por el hecho irrefutable de que en estudios biosanitarios, experimentales o científicos, lo que aporta la universidad presencial es una buena docencia práctica, que prepare a los estudiantes para su ocupación real en el futuro. Este aprendizaje práctico de calidad es el que marca muchas veces la diferencia entre estudios concretos en unas universidades u otras. Y en muchas ocasiones esta docencia práctica no puede impartirse telemáticamente. El problema no se soluciona con un vídeo, aunque se haya hecho con la mejor intención. Luego aquí tenemos un problema de difícil solución.

Extraño, todos queremos volver a clase, aunque no nos hayamos ido. Regresaremos, pero algunos ya no seremos los mismos. Quizá esta experiencia traumática nos haya hecho crecer.

Alberto Anel, José Carlos Ciria, Ana de Echave y Carmen Marcuello son profesores de la Universidad de Zaragoza y miembros de RedPensarUZ

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión