Alerta frente al fanatismo
La serie de atentados que se han cometido en Francia en las últimas semanas nos recuerda que el virus de la covid no es la única amenaza que se cierne sobre sociedades abiertas y plurales como las europeas. El terrorismo, muchas veces con raíces en la religión, había atacado antes, lo sigue haciendo durante la pandemia y continuará activo después. Los países democráticos tienen que mantenerse en guardia para defender sus valores.
El asesinato, el pasado 16 de octubre en la periferia de París, del profesor Samuel Paty, que había mostrado en clase caricaturas de Mahoma y que fue decapitado por un integrista violento, ha conmocionado a la sociedad francesa. Unas semanas antes, el 30 de septiembre, otro fanático de un falso fervor religioso, atacó a varias personas con un cuchillo en la capital del país, cerca de la sede del semanario satírico ‘Charlie Hebdo’, cuya redacción fue masacrada en 2015 por los islamistas. El 29 de octubre, la violencia terrorista golpeaba en Niza, en cuya basílica católica de Notre Dame tres personas fueron degolladas cruelmente y varias más resultaron heridas. Y ayer en Lyon un sacerdote ortodoxo fue alcanzado por varios disparos.
El terrorismo islamista ha vuelto a poner a Francia en su mirilla criminal, pero debemos ser conscientes de que es Europa, sus valores y su forma de vida lo que está siendo atacado. La amenaza del fanatismo es permanente y no se detiene ni siquiera en la gravísima situación creada por la pandemia. La reacción del presidente Macron ha sido enérgica en su defensa de la libertad de expresión y del pluralismo, principios que compartimos todos los países europeos y que debemos proteger conjuntamente. El Estado y la sociedad tienen que mantenerse en alerta también frente a esta amenaza, que no es previsible que desaparezca y que exige cooperación internacional y un respaldo al trabajo de las Fuerzas de Seguridad y de la Justicia.