Un futuro decente

Muchos niños y niñas están en España en situación de vulnerabilidad.
'Un futuro decente'.
HERALDO

Recientemente publicaba HERALDO los resultados de una encuesta sobre los hábitos de consumo en general, sobre el gasto en ocio y sobre la movilidad. En todos esos campos el varapalo de la pandemia es enorme. Para mí, resultaban más llamativas las contestaciones que se daban a la pregunta de si se volvería a la situación anterior. Un 53,2% pensaba que volvería a la posición anterior en cuanto al consumo, un 68,3% en ocio y un 84,1% en movilidad.

Llama la atención que se vea tan fácil recuperar niveles que no sabemos todavía si han tocado fondo. Porque el panorama sigue siendo muy preocupante en lo que se refiere al mercado del trabajo, con un horizonte sombrío para los que ven peligrar las empresas donde trabajan. Como, también, para los miles que desconocen cuál será el futuro de los ERTE en los que están inscritos o para los que ya están en el paro y no ven muchas posibilidades de encontrar empleo. Cuando finalice este año habrá un millón y medio menos de trabajadores en activo que cuando comenzamos el 2020, debido a la crisis sanitaria y social.

A ello habría que añadir todas las alarmas en materia de vulnerabilidad laboral, que ya denunciaba el Informe de la Fundación FOESSA de Cáritas en 2019. Con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, Cáritas ha recordado que el mercado de trabajo se caracteriza por una creciente inestabilidad y precariedad. La inestabilidad laboral afecta a 7,8 millones de personas que viven en hogares donde su sustentador principal mantiene una relación muy insegura con el empleo.

A esa vulnerabilidad laboral contribuye la temporalidad de algunas contrataciones y los trabajos de corta duración. Según el SEPE, casi 4 de cada 10 contratos temporales tuvieron una duración inferior a siete días. El número de trabajadores pobres llega al 13% del total, personas que a pesar de estar empleadas no logran abandonar situaciones de pobreza relativa.

El futuro exigirá plantear una economía centrada en la persona, así como un Estado fuerte y un gobierno capaz de encararlo con un apoyo amplio y con unos objetivos de consenso social. Es difícil que el Gobierno actual lo pueda conseguir, apoyado como está en unas fuerzas inestables que, en absoluto, quieren un Estado unido, fuerte y solidario.

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