Por
  • J. L. Rodríguez García

Espectros

Opinión
'Espectros'
Pixabay

Creo que es una de las constantes que nos caracterizan como humanos: el hecho de que se almacenen en nuestra memoria imágenes que nos acompañan con fervor para retornar de vez en cuando, en el momento más imprevisible. Una vieja fotografía, la pesadilla de un accidente, la sombra del coronel Kurtz o la danza indómita de Duncan en el frente ruso. Siempre me he preguntado cuál es el misterio de la supervivencia de tales espectros, aunque acaso sea preferible mantener el secreto. Pero en estos días que transcurren tan pesadamente me he dado de bruces una y otra vez con un cuadro que siempre me ha inquietado: se trata de un pequeño óleo que se conserva en la Barnes Foundation y que se titula ‘El bebedor’.

Representa a un hombre de mediana edad, con aspecto cansado, apoyado su codo derecho en la mesa de madera sobre la que reposa una botella de vino. No hay nada especial en la pintura, realizada con las características de la época tardía del gran Cézanne. Viste un traje oscuro, y cubre su cuello un desvaído fular azul. Me pregunto cómo es posible que haya sentido tal embrujo por esta pintura… No lo sabré nunca. Pero me doy cuenta del vacío de sus ojos, de la transparencia insólita de su mirada, y me aterra no saber en qué podía estar pensando ese bebedor agotado en el antro de sus olvidos. Acaso sea esa enigmática mirada la que provoca la magia que me esclaviza. Quizás sea ese no saber qué mira o piensa lo que le ha convertido en un espectro de mi ajetreada vida. 

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