Delibes a los cien

Miguel Delibes.
Miguel Delibes en su biblioteca personal; detrás, en una foto de juventud con su mujer Ángeles Castro.
Archivo Heraldo/Efe.

La máquina de escribir Hermes-Baby, que le regaló su mujer, Ángeles de Castro, es uno de los tesoros de la exposición ‘Delibes’, que rinde homenaje al escritor vallisoletano en su centenario. En ella tecleó incesantemente Delibes, rodeado del ruido que hacían sus siete hijos. Uno de ellos, Germán, dio nombre al Tiñoso, amigo del alma de Daniel el Mochuelo, y personaje inolvidable de ‘El camino’. Delibes a los cien está más vivo que nunca. Jesús Marchamalo, comisario de la muestra, que se exhibe en la Biblioteca Nacional hasta mediados de noviembre, recuerda que pronunció el primer alegato ecologista que se oyó en España. Fue en 1975, en su discurso de ingreso en la RAE. El nuevo académico, denunció "el progreso desasosegante de la explotación irresponsable de los recursos naturales" y abogó "por la reconciliación con el medio ambiente para evitar vernos abocados a la catástrofe".

Delibes no idealizaba el mundo rural, que ya sufría las carencias que empujaron a una emigración masiva. El padre de Daniel el Mochuelo lo manda a la ciudad para que se haga "un hombre de progreso". En esa noche en vela en la que repasa su vida, el niño reflexiona: "A fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero, o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas".

Delibes a los cien recuerda las cosas importantes de la vida, el legado, entre triste y esperanzador, de un gran escritor, de un hombre bueno.

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