Un museo en la estepa

Opinión
'Un museo en la estepa'
Javier Usoz

Debido al triunfo de la vida burguesa sobre la rural, ‘urbanidad’, ‘ciudadanía’ y ‘civismo’ son ideas positivas, mientras que ‘pueblerino’ y ‘rústico’ son términos peyorativos, asociados a los más ofensivos ‘palurdo’ y ‘cateto’. En línea con esta concepción, que aún es políticamente correcta y que produce un larvado rencor, subsiste el prejuicio clasista de que la ‘alta cultura’ es propia, no ya de las ciudades, sino de las grandes capitales, pues también se menosprecia lo ‘provinciano’.

Sin embargo, la actual pandemia está mostrando que la urbe y el campo llevan camino de integrarse en una realidad continua, sin fronteras. Olvidémonos del mito de la idílica naturaleza, libre de los males de la civilización. En virtud de este proceso, apuntalado por las nuevas tecnologías, la mayor movilidad y otros factores, el agro genera criterios de sociabilidad mejor apreciados, que complementan a los urbanos, y los pueblos van consolidando una relevancia cultural que trasciende lo etnográfico, lo arqueológico, o las actividades al aire libre.

Un ejemplo cercano de este fenómeno es el prestigio internacional de Fuendetodos en el ámbito del grabado contemporáneo, que da pleno sentido al futuro museo que la crisis dejó a medio construir en esta localidad. El edificio, arquitectónicamente original, a la vez que práctico y respetuoso con el entorno, será pieza clave de una empresa cultural más sostenible que la actual, repartida en varias sedes bien atendidas, pero vetustas e ineficientes, por las que no pasa una silla de ruedas y que desmerecen lo que muestran y sus ricos fondos

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