Lugar del epicentro del terremoto
Lugar del epicentro del terremoto
IGN

Estaba grabando un vídeo explicativo para mis estudiantes de Filadelfia cuando, de repente, todo pareció querer desmoronarse. La mesa se tambaleó a medianoche y, en el trance, perdí el cursor, que no el zapato. Las clases a distancia en la universidad se han convertido en esta tarea placentera y fatigosa a partes iguales, por la que duelen las retinas como consecuencia de las horas frente a la pantalla. Reuniones, tutorías, charlas y debates a través de un ordenador. De repente, la tierra tembló en Zaragoza. Como escuché en primer lugar un pequeño crujido de las paredes, o los muebles (no sabría decirlo a ciencia cierta), de lo que estaba segura es de que no me estaba mareando. Y eso que el teletrabajo con hijos en casa es una razón más que justificada para el padecimiento de algún que otro vahído. Sin embargo, esta vez un terremoto era la causa de mi sacudida. Al llegar corriendo al salón para que el resto de la familia confirmara las sospechas, me miraron como si estuviera perdiendo el seso. Menos mal que esa lámpara colgante de casi treinta años que mi madre atesora como si fuera una pieza de anticuario delataba el seísmo con su tintineo de cristales desde la techumbre. Todavía ondeaban sus reflejos. Pero, claro, hasta que no apareció en las noticias, nadie creyó mi historia. Qué mundo este, el de los bulos. Palpita Navarra y se siente en Aragón. Ya no sabe una si fiarse de sí misma. Y de los candidatos presidenciales, ni digamos (da igual un debate que un ‘sketch’ de ciencia ficción). Eso es temblor; quien lo probó lo sabe.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión