Por
  • Víctor Juan

Caspe de cine

Opinión
'Uno para todos'
HERALDO

Escribo esta columna solo unas horas después de haber visto la película ‘Uno para todos’, dirigida por David Ilundain y protagonizada por David Verdaguer. La emoción que ha despertado en mí me acompañará muchos días. El guion está basado en Proyecto Guillén, una experiencia real de Javier Mur, maestro de Monzón a quien di clase cuando estudiaba en la Escuela de Magisterio de Huesca. ‘Uno para todos’ se rodó en las calles de Caspe, en La Porteta, en las escaleretas de la iglesia, en el Mar de Aragón… y, fundamentalmente, en el Colegio Público El Compromiso, ‘las escuelas’ a secas de cuando yo era niño. La película cuenta con la colaboración especial de la actriz Ana Labordeta, que tan bien conoce el oficio de maestra porque su familia regentó durante décadas el Colegio Santo Tomás de Zaragoza y porque sus padres, José Antonio Labordeta y Juana de Grandes, fueron profesores de instituto. Todo en la película es creíble y transmite autenticidad, incluso para mí, que desde hace más de cincuenta años vivo en las aulas. ‘Uno para todos’ solo tiene un detalle inverosímil. Aleix, el joven maestro, compra en el supermercado un panetone. Luego, hay una breve escena en la que se come distraídamente una porción mientras lee tumbado en el sofá de su casa. En la realidad hubiera comprado una torta de balsa en cualquiera de las Panaderías Agrupadas de Caspe, una exquisitez que, como me dijo una prudente señora de Huesca cuando la probó por primera vez, está a la altura del pastel ruso de Ascaso. Ahí es nada.

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