Por
  • Alicia Asín

Tecnologías adictivas

Desde que empezó la pandemia, comenzaron a circular chistes sobre ella por los teléfonos móviles.
Ahora nos toca reaprender a consumir información.
Luis Gimeno / HERALDO

A nadie le sorprendió que el consumo de redes sociales desde España aumentase un 55% al inicio del confinamiento; pero, ¿por qué saciamos nuestras ansias de conexión a través de las redes sociales y no hablando por teléfono? Las formas de comunicación han cambiado, los modelos de negocio también. Y es que mientras los fabricantes de teléfonos tenían como objetivo vender cuantos más mejor, las redes sociales necesitan recopilar nuestros datos para poder vendernos otras cosas. El problema está en que la precisión de su publicidad no solo depende de la calidad de la información que recaban sobre nosotros, sino de la cantidad, y para ello es imprescindible que sean adictivas por diseño. Cada botón, cada interacción, el tipo y orden en el que vemos las notificaciones persigue un solo objetivo: nuestra atención durante el máximo tiempo posible. Nos olvidamos de las discusiones en los periódicos para decidir la portada, aquí cada usuario tiene la suya. Por eso, si me gusta la cocina, veré muchas recetas y si lo que me va es una determinada ideología política, veré contenido que la reafirme. La misma tecnología me ayudará a hacer mejores tortillas y a polarizar mis ideas, salvo que afile mi sentido crítico y contraste la información que lea. Privacidad aparte, la polarización de la sociedad me parece preocupante, máxime cuando se estima que en 2022 más de la mitad de las noticias que recibamos serán ‘fake news’. Los medios de comunicación nos acostumbraron a dar por contrastadas las noticias que leemos. Ahora nos toca reaprender a consumir información, pero no sé si esto está en algún plan de estudios.

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