Como las mujeres

El niño confundió el nombre de un supermercado con el antónimo de la palabra 'día'.
'Como las mujeres'.
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Ocupaban la mesa contigua un treintañero y un niño de cinco o seis años. Supuse que eran padre e hijo. El primero, de cuya oreja izquierda pendía una mascarilla, tecleaba en su teléfono móvil y no vio el saludo con la mano que les dediqué al llegar. El segundo, preceptivamente cubierto su rostro, hablaba y gesticulaba desinhibido, con un cochecillo de juguete entre las manos. Creo que él sí me vio saludar, pero, de ser así, se hizo el loco y siguió a lo suyo.

Tras dar cuenta de un café, me incorporé para irme y volví a fijarme en las dos personas de la mesa vecina. Y fue en ese instante, en el que el adulto hablaba con vehemencia y el niño escuchaba, cuando percibí la viveza de aquella expresión infantil. Con frecuencia, se conoce mejor la personalidad de alguien, no tanto por lo que dice, cuanto por cómo presta atención.

Subyugado por la mirada luminosa del chiquillo, puse la oreja para captar algo del discurso que estaba escuchando, muy concentrado. No lo logré. De repente, durante una fracción de segundo, unos ojillos oscuros y vivarachos viraron furtivamente en dirección a los míos, haciéndome saber que había sido descubierto. Me sentí fisgón y no demoré más mi partida. Solo tuve ocasión de distinguir una frase común y brutal, que fue, literalmente, la siguiente: "Hijo, hablas y hablas, pero no dices nada, como las mujeres". El pequeño asentía sin rechistar a tales palabras y a todas las demás que salían de la boca del padre, si bien, me pareció que lo hacía poniéndolas en cuarentena, con esa distancia crítica o capacidad de discernimiento que llamamos inteligencia.

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