Por
  • Pablo Guerrero Vázquez

República coronada

Opinión
'República coronada'
Pixabay

Escribo en domingo mientras el pelotón recorre los Campos Elíseos con luz otoñal y la pandemia impide que, a la salida de la escuela, estudiantes y turistas animen juntos a los corredores. Pero en septiembre pega más hablar de la vuelta al cole que de la vuelta a Francia. Es domingo, digo, y esta semana toca explicar la Corona. Intuyo que parte de los alumnos se enfrentará beligerantemente a su estudio, aunque tan solo es una impresión, atendiendo al silencio que guarda el CIS sobre esta institución. Ahora bien, para mantener un debate fructífero sobre cualquier tema es conveniente acercarse al mismo con cierta distancia. Tan democrática es una república como la monarquía danesa, noruega, sueca o española. Salvando, claro, la censurable discriminación que sufre la mujer en el acceso al trono de España. Un debate racional, por ello, debería centrarse en la utilidad que tiene para el Estado una Jefatura electiva frente a otra hereditaria.

La monarquía parlamentaria, al configurar la Jefatura del Estado como una institución neutral, la mantiene al margen de la disputa partidista que envuelve a la presidencia del Gobierno. Y a otras instituciones, una vez visto cómo los partidos han pervertido el sistema previsto para su elección. Aunque la política debiera tener dos momentos, el competitivo (en campaña) y el cooperativo (fuera de ella), el primero ha eclipsado por completo al segundo. Así las cosas, ¿qué ventajas tiene politizar también una institución que simboliza la unidad? 

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