Se llama Aragón

Joaquin Carbonell y Eduarno Paz cantando "Somos"
Joaquin Carbonell y Eduarno Paz cantando. 
MAITE SANTOJA

Decía Labordeta, del que se acaba de llorar el décimo aniversario de su muerte, que él había fundado la Izquierda Depresiva Aragonesa, partido del que era su único afiliado. No pintan mejor las cosas décadas después. Se murió Labordeta, se ha muerto Joaquín Carbonell y, aunque de otras generaciones, también se fueron rabiosamente pronto el escritor Félix Romeo y el músico Sergio Algora. Así que Aragón, tan grande y desierto, imponente y apocado, se va diluyendo y arrinconando en las costuras de una España que retuerce patrias por aritmética política. Y se va metiendo para sí en una gloria de ombligo complaciente con los problemas y las carencias, como si la derrota fuera norma o se pusiera la chaqueta de la discreción.

Vivir fuera te da una visión mayor de la pérdida de peso que Aragón arrastra en los últimos años. No digo ya una anemia económica sino cultural. Madrid, ciudad de mi exilio, tiene restaurantes y tabernas de todas las gastronomías españolas e internacionales pero no hay (o yo no lo he sabido encontrar) un lugar que represente con cercanía y precios populares el ternasco, los vinos de nuestras cuatro denominaciones de origen, la cebolla de Fuentes y el resto de sanas costumbres que guardamos para la mesa. Queda Goya, que tiene su obra en el Prado y sus restos enterrados en la ermita de San Antonio de la Florida. Y Buñuel en los cinefórums y las facultades. Pero eso es un consuelo.

Vivir fuera te da una visión mayor de la pérdida de peso que Aragón arrastra en los últimos años.

Lo que convendría es retomar la empresa de sacar a Aragón de Aragón. El Pirineo, el Matarraña, el Maestrazgo, Albarracín, las Cinco Villas, las películas de Paula Ortiz... Alejar a los creadores de círculos endémicos para que saquen a nuestra tierra fuera y vuelvan para seguir pensándola mientras sus ideas calan en la memoria colectiva. Jugar en la liga que hay fuera de nuestras fronteras para que esos foráneos que traemos y se enamoran de nosotros hablen del Aragón bonachón, somarda y noble que solo sale en las noticias porque en Calamocha todos los inviernos hace frío.

Un esfuerzo que sin duda compete a Gobierno, diputaciones y ayuntamientos; pero no tanto para fabricar publicidad como para dejar que la tierra respire, hable y esa voz de la cultura viaje fuera con su autenticidad, que es la mejor carta de presentación para una tierra tímida, dura y excepcional.

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