En la misma piedra

Opinión
'En la misma piedra'.
Krisis'20

Tropezar una vez, normal. Dos, bueno. El refranero recuerda con claridad que somos ‘el único animal que da dos veces en la misma piedra’. Y no hace falta muchas explicaciones para aclarar el asunto. Nos cuesta aprender de la experiencia. No siempre discernimos lo vivido, ni razonamos lo necesario a partir de los datos existentes. Y los tropiezos del refrán, cuando son individuales, pues como aquel. ¡Ya levantará! El problema es grave cuando colectiva y socialmente no aprendemos. Por eso, en asuntos públicos y políticos ¿tropezar tres veces? Suena a algo más que torpeza. Y a esas apunta el próximo otoño en lo que corresponde a la explosión de contagios del bicho de Wuhan.

Las políticas gubernamentales en materia de salud pública están siendo claramente insuficientes en España y en Aragón. Las administraciones y los gobiernos han generado más incertidumbre que seguridad. Y ante las dudas, una buena parte de nuestros gestores políticos se ha dedicado a culpabilizar, sembrar miedos, reprimir e imponer reglas absurdas en vez de informar, gestionar y planificar. Es evidente que no lo tienen nada fácil. Mucho menos cuando estamos lejos de una visión completa de la pandemia y de cómo superarla. Por eso, es más importante que nunca aprender de los ‘tropezones’ anteriores.

Parece que unos y otros, cuando recuperamos la libertad cercenada por el confinamiento, olvidamos de dónde veníamos. Y así, este verano hemos sufrido una segunda ola de contagios que ha golpeado de nuevo la vida cotidiana. En este asunto, tenemos una porción de responsabilidad como ciudadanía. Pero, ciertamente, no todos por igual, ni de las mismas maneras. Cada quien es responsable de cuidarse de sí mismo, a los suyos y, también, de los demás; pero nuestros gobernantes y gestores políticos tienen la responsabilidad de llevar el barco. Esto es, trazar el rumbo, buscar recursos, crear consensos, potenciar sinergias y, sobre todo, transmitir al pasaje que no vamos a la deriva y que hay alguien llevando el timón. Lo cual, lamentablemente, no es lo que tenemos. Sánchez lo ha dejado claro después de sus vacaciones en Lanzarote y Doñana.

Pero, además, necesitamos salir del bucle del miedo y de la ignorancia. Para ello, hemos de recordar que la expansión del bicho se frena reduciendo las personas a las que contagia cada persona infectada. O lo que es lo mismo, sólo cuando disminuya el número reproductivo de la enfermedad infecciosa —el número R— conseguiremos que esto cambie. Necesitamos hacer pruebas, como sabemos desde hace meses. Test, test, test. Pero no sólo. Con datos en la mano, identificados los casos, es el momento de acotar dónde hay que actuar. Y de rebajar los niveles de histeria socialmente distribuida, mientras mejoramos los sistemas de prevención.

La vida sigue y debemos seguir haciendo que sea vivible. Nos toca hacer que nuestra cotidianeidad se llene de inteligencia y solidaridad para resolver los problemas. Tenemos que pensar en las personas más vulnerables y en los más pequeños de nuestra sociedad. Tenemos que inventar alternativas para lidiar con lo que sabemos. Y ya sabemos muchas cosas. Hemos tropezado abundantemente en los últimos meses. Nos toca aprender de las caídas que hemos tenido y de las piedras con las que hemos tropezado.

Algunas son más que evidentes. Es necesaria la coordinación eficaz tanto entre las distintas administraciones públicas como ad intra de cada una de ellas. Se ha de apostar por el principio de subsidiariedad, evitando el café para todos; es más eficiente gestionar lo próximo desde lo próximo que desde un despacho en Moncloa. Se han de adoptar medidas de reorganización del gasto público, eliminando estructuras burocráticas superfluas. El primer ejemplo debería ser la remodelación del gobierno y simplificación de ministerios, así como una reducción de salarios de sus altos cargos. El segundo, acelerar los procedimientos para apoyar a las familias que se han quedado sin ingresos. Y el tercero, inyectar fondos directos en el tejido productivo que lo requiera.

Saldremos de ésta, pero hace falta dejar a un lado la batalla inmisericorde por mantenerse en el poder, que nos lastra a la hora de salir a flote. Y tener un Gobierno que de verdad piense en el bien común. 

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