Por
  • María Pilar Benítez Marco

Casta Esteban

La monarquía parlamentaria y la Constitución de 1978 deben mirarse con respeto y admiración
Quizá para releer a Bécquer en el siglo XXI, haya que leer también a su esposa, Casta Esteban.
Heraldo

Este año se celebra el 150 aniversario de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer. Por ello y por iniciativa de Trinidad Ruiz Marcellán, iba a organizarse un homenaje al escritor en la comarca de Tarazona y el Moncayo, lugar donde residió y que inspiró algunas de sus creaciones literarias. Si la situación sanitaria hubiera permitido su celebración, me hubiera gustado reivindicar en dicho evento la figura de su esposa Casta Esteban.

De hecho, cuando, en la actualidad, se proponen lecturas de Bécquer sin azúcares añadidos, bien estaría que también, sin aditivos, se recuperara la trayectoria vital y la obra de Casta Esteban, ya que es un claro ejemplo de cómo la historia ha olvidado y maltratado a las mujeres. Buena parte de la crítica literaria la ha considerado una mujer inapropiada para Bécquer y el origen de muchas de sus desdichas. ¿Por qué? ¿Porque tuvo que cuidar de sus hijos en lugar de participar en la vida bohemia del poeta? ¿O porque tal vez gozó de relaciones extramatrimoniales como pudo disfrutarlas su marido? Pocas veces se alude, en cambio, a su condición de escritora, como autora de ‘Mi primer ensayo. Colección de cuentos con pretensiones de artículos’, si no es, a menudo, para desacreditarla. ¿Por qué? ¿Porque su prólogo es un alegato feminista a favor de la unidad de las mujeres frente a la supremacía de los hombres? ¿O porque criticó el matrimonio y el amor edulcorado de los poetas? En fin, quizá para releer a Bécquer en el siglo XXI, haya que leer también a Casta Esteban.

María Pilar Benítez Marco es profesora y escritora

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