Por
  • Juan Manuel Iranzo Amatriaín

Preguntar a los interesados

"Olviden el estereotipo de la persona ‘in-válida’ y pasiva cuya vida se gobierna; por contra, debe alentarse que siga al timón de ella"
"Olviden el estereotipo de la persona ‘in-válida’ y pasiva cuya vida se gobierna; por contra, debe alentarse que siga al timón de ella"
Heraldo

Hay en España hoy en día más de nueve millones de personas mayores o con discapacidad. Sus circunstancias y su curso vital se conocen bien; personas a las que un análisis ‘big data’ bien diseñado y una planificación efectiva podrían ofrecer una asistencia humana diversificada y personalizada, optimizando los recursos y eliminando listas de espera. Hay decenas de miles de familiares y profesionales con experiencia en acompañar y cuidar, capacidad de formación y trabajadoras dispuestas. Falta voluntad de cambio, de preguntar a los interesados o, si no están en condiciones de responder, a sus familias.

La primera pregunta es cómo están: hay carencias, limitaciones y deterioros muy distintos, unidos, recuérdese, a capacidades y recursos que importa mantener y potenciar. Olviden el estereotipo de la persona ‘in-válida’ y pasiva cuya vida se gobierna; por contra, debe alentarse que siga al timón de ella. Por eso la segunda pregunta es cuál es su proyecto vital, que se debe apoyar; mientras hay conciencia se puede crecer como ser humano, a cualquier edad, pese a toda limitación. La tercera es qué necesitan para impulsarlo. Los deseos son infinitos, así que todos debemos compartir la responsabilidad de administrar cabalmente los recursos escasos. Y eso, mejor en compañía, con gente próxima y afín con quien conversar, compartir, colaborar… El enfoque individualista que solo ve usuarios-clientes olvida el valor de las redes de personas de diversas edades que se cuidan mutuamente y promueven juntos algún objetivo común. Nada es más sano que una vida activa acompañada de relaciones positivas.

Ese entorno, presencial y virtual, gira en torno a un domicilio. De ahí la cuarta pregunta, dónde quiere vivir. La gran mayoría prefiere seguir en su propio hogar hasta que siente que le supera, momento en que optaría por un apartamento pequeño en un condominio con servicios comunes. En tanto tenga vida familiar y social en su entorno, o la pueda construir, no piensa en una residencia. Por ejemplo, un joven con discapacidad que desea emanciparse aspira a un lugar pequeño con gente de su edad o un piso con su pareja. La residencia grande basada en la misma lógica de ahorro de costes de la cárcel, el cuartel, el colegio, la fábrica o la granja industrial, y que, en su peor versión, incluye habitaciones dobles para desconocidos y trato infantilizador, marginalizadora, opaca acerca de su propiedad y su gestión, y sin participación de usuarios, familias, empleadas y agentes locales en sus órganos de gobierno, solo se acepta ante la consentida ausencia de alternativas.

Y es que estas tienen un inconveniente: el cuidado de larga duración a personas dependientes en entornos reducidos exige tratar con personas, una a una, y para muchos responsables es más fácil hablar con técnicos, mejor si solo saben del pasado y están a gusto en él, y con organizaciones, mejor empresariales, con o sin ánimo de lucro, a las que el modelo residencial les ha ido bien y que no harán experimentos sin señales públicas claras, monetarias, de que el cambio no les perjudicará.

Hay un perfil cada vez más común: mayor de 80 años, con varias patologías crónicas, pauta farmacológica compleja y paulatino declive mental, que necesita ayuda en más de una actividad de la vida diaria: precisa algo como las pequeñas clínicas de convalecencia, que antaño ocupaban chalés o fincas ajardinadas; llámenlo residencia, si gustan, pero es otra cosa. Quien aún es mentalmente capaz de regir bien su vida lo que necesita, en cambio, es ayuda personal, mejor en casa. 

El sector de los servicios sociales a personas mayores y dependientes necesita una reforma de concepto, recursos más adecuados y administrados con más efectividad, respondiendo a las demandas reales de las personas que precisan apoyo y cuidado, expresadas mediante los canales y fórmulas de participación democrática apropiados. Este sector existirá siempre; no puede ser más estratégico. Por ende, debe dársele prioridad, presupuestarse con visión y administrarse con excelencia.

Una buena parte de los rebrotes de covid-19 en Aragón se están produciendo en residencias; aportarán quizá la mayoría de los muertos. El cambio ya llega tarde.

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