Por
  • Vicente Pinilla

Sin condiciones

Cuando se hacen mayores, somos nosotros los que tenemos que apoyarles.
Cuando se hacen mayores, somos nosotros los que tenemos que apoyarles.
Picasa

Primero nos dan la vida, que ya es mucho, pero a continuación nos cogen de la mano para enseñarnos cómo atravesar esta. Nos educan, nos transmiten valores y, sobre todo, intentan que seamos felices en una etapa, la infancia, que nunca vamos a olvidar y que nos va a marcar. En esos años lo son todo para nosotros. Los buscamos sin descanso y un juego compartido, su sonrisa, su cariño, son nuestra mayor felicidad. En la adolescencia, inevitablemente, nos despegamos para forjar nuestra propia personalidad. Afirmamos nuestros valores y buscamos nuestro camino. Ellos nos observan. Muchas veces con preocupación, con inquietud. Pero siempre están detrás.

Por eso, cuando perdemos a uno de ellos en esos años, sentimos que entramos en la auténtica edad adulta antes de lo que nos hubiera gustado. Nos damos cuenta de que ya no está la persona con la que siempre podíamos contar. Con el tiempo volvemos más a ellos y como abuelos vuelven a estar más tiempo con nosotros. Cuando se hacen mayores, somos nosotros los que tenemos que apoyarles. No mucho al principio, pero conforme pasa el tiempo cada vez más. Por mucho que hagamos, nunca lograremos compensarles por lo que han hecho por nosotros. No les importa, siempre lo han sabido, pero también que nosotros haremos lo mismo por nuestros hijos.

Verlos marchar nos parte el corazón, hemos disfrutado de un amor sin condiciones, como no hay otro igual.

Vicente Pinilla es catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión