No perdamos la perspectiva

Don Juan Carlos
Don Juan Carlos
Zipi / Efe

A todas las angustias que venimos sufriendo los españoles, con la salud y la economía en serio peligro, se ha venido a sumar una más: las informaciones, que habrá que ver hasta qué punto responden a la realidad, sobre los dudosos movimientos de dinero en el patrimonio privado de don Juan Carlos, el rey emérito. 

Porque es inevitable que a muchos españoles les llene de tristeza asistir al desprestigio de una figura que ha tenido un papel constructivo fundamental, quizás el más decisivo, en la historia reciente de nuestro país. Tanto si todo lo que las investigaciones están poniendo de manifiesto es cierto, como si posteriores indagaciones lo matizan o desmienten, que no es imposible, resulta muy doloroso ver a quien fue rey de España durante treinta y nueve años, a quien capitaneó la salida de la dictadura y la instauración de la democracia, a quien llevó el prestigio de nuestra nación al nivel más alto que había conocido en siglos, a quien presidió desde la máxima institución una larga etapa de progreso social, económico y cultural, en una situación tan penosa. Situación que, además, a algunos, y espero que sean pocos, parece llenarles del mezquino gozo de una cierta venganza.

Que aclare la Justicia -que en España es lenta pero las más de las veces acaba aportando no poca luz- todo lo que haya detrás de las informaciones que han ido apareciendo. Y hace bien la Casa del Rey, don Felipe, en marcar distancias en este momento respecto a don Juan Carlos. Preservar la dignidad de la Corona como institución constitucional es lo primero, lo más importante, como seguramente don Felipe aprendió de su padre. Y más en unos momentos en los que no faltan descerebrados dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para sacudir y aun hundir si pudieran el edificio constitucional que asegura nuestra convivencia.

No cabe justificar esas idas y venidas de grandes cantidades de dinero en la oscuridad de las que se está hablando, que resultarían especialmente impropias y reprobables en quien ha sido el rey de España. Pero los españoles, en este asunto y en este momento, deberíamos hacer todo lo posible para evitar dos cosas que serían injustas y muy dañinas para nuestra sociedad. En primer lugar, habría que impedir que este asunto se convierta en munición para que los enemigos de la Constitución sigan asestándole pedradas. El mal comportamiento privado de un rey no desdice la importancia de la Corona como institución. Hay mucho que arreglar, ciertamente, en nuestros procesos democráticos, pero atacar a la monarquía o ponerla en cuestión no sirve para mejorar nuestras instituciones.

Y, en segundo lugar, no debemos perder la perspectiva ni permitir que ‘nos la pierdan’. Don Juan Carlos fue un gran rey. Y todas las debilidades demasiado humanas que quepa achacarle, censurables como son sin duda, no alteran esa realidad fundamental. Lo que Juan Carlos I, junto a muchos políticos -sí políticos, aunque ya de otra época- y a millones de españoles construimos vale más, inconmensurablemente más que lo que cuente la señora Larsen o los millones que bailen aquí o allá. A esa herencia, los españoles no deberíamos renunciar. Antes bien, tendríamos que ocuparnos de continuarla y mejorarla, con un poco del espíritu de aquel entonces, y manteniendo el debido respeto a quienes la hicieron posible.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión