Aguarón
Me han hecho ‘Hijo Adoptivo de Aguarón’. El Ayuntamiento presidido por Alberto Ruesca ha decidido que sea uno de los suyos y la cosa me hace muy feliz, porque en Aguarón nacieron mis abuelos paternos y todos sus antepasados -menos mi bisabuelo Valentín, que era de Daroca-, porque allí pasé algunos de los mejores veranos de mi infancia, y porque un hombre de ciudad como yo no tenía pueblo y ahora ya tiene uno.
Mis abuelos salieron de Aguarón a mitad de los años veinte del pasado siglo y se trasladaron a la capital. Fue la condición que le puso mi abuela a mi abuelo para casarse con él, pues quería que sus hijos estudiaran y tuvieran un futuro mejor y ella pensaba que eso pasaba por venirse a vivir a Zaragoza. En aquellos años no se podía vivir en un pueblo y tener a los chicos estudiando en la capital, a no ser que fueras el rico del lugar. Y desde luego no era ese el caso. Mi abuelo obedeció, cómo no hacerlo, así que se casaron y aquí se vinieron y aquí nacieron sus hijos. Pero mantuvieron siempre su casa en Aguarón, en la Carretera, y en esa casa de los ‘Magañas’ pasé horas muy felices. Siempre que he vuelto he sabido que una parte importante de mí estaba allí, y cuando una vez di una charla con Nacho del Río en la iglesia de San Miguel recordé las veces que había ido allí a misa de niño y que en esa iglesia se casaron mis abuelos y que allí los bautizaron, como se había hecho con sus padres y sus abuelos, que en su camposanto yacen enterrados. Y sentí que estaba en mi casa. Ahora lo estoy ya oficialmente y no puedo vivirlo con más alegría.