Los efectos de la pandemia y el confinamiento han llevado al mercado laboral español a registrar en el segundo trimestre del año una destrucción de empleo sin precedentes en la serie estadística. Casi 1,1 millón de personas dejaron de estar ocupadas. El paro, que no incluye a los más de 3 millones de personas que se han acogido a los ERTE, supera el 15%. Aragón se queda en el 11,7%. La gravedad de estas cifras confirma que la reactivación de la economía española exige un ambicioso programa de recuperación. Para empezar, la extensión de los ERTE va a ser imprescindible, puesto que están siendo el sostén de muchos empleos y empresas.

El coronavirus está haciendo estragos en la gran mayoría de las economías mundiales, pero hay países como España especialmente damnificados. El elevado peso de sectores como el turismo, bloqueado por las restricciones a la movilidad, está provocando un gran impacto. A todo ello hay que sumar la incertidumbre en la que estamos inmersos sobre la evolución tanto sanitaria como económica a causa de los actuales rebrotes. Se impone, pues, actuar con mucha prudencia con el objetivo claro de proteger los puestos de trabajo y respaldar a las empresas, apoyando su actividad, procurándoles liquidez y aplazamientos fiscales. Además, es necesario impulsar el consumo, sobre todo el local, minimizar la burocracia y generar confianza desde los gobiernos con la adopción de políticas consensuadas.

La Humanidad tiene experiencia en gestión de crisis globales, pero esta es singular por su origen y sus consecuencias. Por ejemplo, ya se está comprobando que los sectores que son más flexibles para teletrabajar son los menos afectados. Se corrobora así que la transformación digital es uno de los ejes de la modernización de las economías. Las ayudas europeas, si se invierten bien, pueden ser decisivas para acelerar esta digitalización.