Por
  • Víctor Juan

Tarde de cine

Cine de Candasnos.
'Tarde de cine'.
HA

Marta se llamaba la primera mujer con la que fui al cine en Caspe, que contaba entonces con dos salas, el Cine Lucero y el Cine Goya. En la calle Mayor había unas grandes corcheras en las que se exponían las carteleras de las películas que se proyectarían el fin de semana. Casi siempre nos costaba decidirnos. En aquella época íbamos al cine todos los domingos, a la sesión infantil, la de las tres de la tarde. Yo tendría seis o siete años cuando fui con Marta al Cine Lucero. Seguro que no nos libramos del No-Do. Como si hubiéramos superado una dura prueba, aplaudimos con entusiasmo cuando terminó el noticiario. Es imposible que a los niños les interesaran las inauguraciones de pantanos, la pesca del salmón o el desarrollo industrial en España. A muchos adultos tampoco, pero ellos podían quedarse en el ambigú y nosotros teníamos que estar sentados en nuestras butacas. Vivíamos las películas con intensidad desbordada. Animábamos al caballo del bueno cuando iba a rescatar a la chica; nos emocionaban los duelos de los espadachines; las historias de piratas buenos; las gestas del coloso Maciste; celebrábamos que al grito de Tarzán todos los elefantes de la jungla, capitaneados por la mona Chita, acudieran en su ayuda; y abucheábamos al malvado, como si se tratara de una función de títeres de cachiporra. Marta desapareció de mi vida muy pronto, cuando a su padre lo trasladaron a la oficina del Banco Central de Alcañiz, pero yo no he olvidado la emoción de aquella tarde de cine.

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