La democracia de los cuidados

Opinión
'La democracia de los cuidados'
Krisis'20

La pandemia ha puesto de manifiesto que nuestros sistemas, por ejemplo el educativo, el sanitario, etc., son frágiles y vulnerables para los desafíos de este siglo. Desde el siglo XVII, Occidente ha ido por delante del resto del mundo. Ahora bien, el covid-19 es un indicio de que está perdiendo su ventaja de siglos. Parece evidente que necesitamos reformar aquellas instituciones que han fallado y remediar inequidades económicas y sociales que se han vuelto endémicas. Pero lo que no podemos ni debemos aceptar es la polarización creciente y el colapso de la confianza pública. Podemos asumir la dificultad de los sistemas democráticos con los estados de excepción, de alarma, por las dificultades de ejercer el pluralismo político. Ahora bien, es tal la gravedad del problema y la necesidad de acuerdo que no se entiende que, tras los procesos de negociación pertinentes, no se alcance un compromiso compartido.

Muchas mujeres llevamos años señalando la importancia de lo que llamamos la ‘sociedad de los cuidados’. La entendemos como una sociedad mucho más humanizada, no solo desde nuestras fortalezas sino también desde la perspectiva de nuestras debilidades. Esta crisis, entre otras cosas, nos ha permitido constatar que los cuidados profesionales dependen en mucho de la organización social y de las opciones políticas. Me ha alegrado comprobar cómo ahora está emergiendo la idea de la democracia de los cuidados, de la política que protege, de las instituciones que nos garantizan la seguridad. Dado que debemos fijarnos no solo en los derechos de los ciudadanos, sino también en los deberes que nos impelen a un compromiso de corresponsabilidad; y esto es hoy, en la situación actual, absolutamente necesario.

A su vez hemos de añadir el debate sobre los liderazgos políticos, sobre sus propuestas y, fundamentalmente, sobre sus personalidades. Parece que algunos aspectos, antes no tan valorados, como la prudencia, la moderación, la paciencia o la disciplina son valores que suben en la consideración del electorado, a tenor de los últimos resultados electorales. Si deseamos una democracia de los cuidados buscamos personas que nos generen confianza, en función de sus capacidades técnicas, pero, también, morales y de comportamiento ejemplar. Estamos asistiendo con gran consternación a importantes deficiencias éticas en las que existe una clara contradicción ente la moral pensada y pregonada y la moral vivida.

Los responsables públicos y la política por ellos ejercida han sido los grandes protagonistas en nuestro confinamiento y lo siguen siendo en este momento de brotes en distintas comunidades. Nuestra vida cotidiana está afectada y necesitamos líderes que nos den confianza, pues el miedo no es buen compañero. Por ello es fundamental que nos transmitan cuál es el interés general y así conseguir nuestra complicidad. Los retos colectivos para superar con éxito y seguridad un futuro incierto son de tal envergadura que es momento de apelar a su sentido de la responsabilidad. Esta, junto con la eficiencia son condiciones indispensables de los gobiernos. Las diversas respuestas de los gobiernos de Aragón y Cataluña a los brotes son un buen ejemplo. Por eso, cuando la prudencia es la más intrépida de las virtudes, la personalidad de los candidatos es cada vez más importante para lograr la confianza de los ciudadanos. Si hablamos de nuevos liderazgos debemos añadir una nueva ciudadanía. Factores que van de la mano en cuanto que se retroalimentan y condicionan recíprocamente. La democracia es el más exigente de los regímenes políticos en cuanto que, para su buen funcionamiento, exige hombres y mujeres con espíritu cívico. Ahora, sin ir más lejos, estamos necesitados de una ajustada combinación de derechos y obligaciones ciudadanas. Libertad de unos, frente al deber de preservar la seguridad sanitaria de los otros. No solo los políticos son responsables, también nosotros somos corresponsables. Al demostrar la importancia del buen gobierno, la crisis del coronavirus también nos está mandando una advertencia sobre un posible punto de inflexión en la historia mundial. Todavía mantengo la esperanza de que, tras la experiencia de la pandemia, el mundo pueda ser un poco mejor, más solidario y más libre. Por eso apuesto por un nuevo Estado de bienestar mejorado y para ello considero necesario fortalecer la democracia y los mecanismos de rendición de cuentas del Estado.

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