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  • Juan Manuel Iranzo Amatriaín

Residencias: futuro indefinido plural

Opinión
'Residencias: futuro indefinido plural'
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La mortandad en la pandemia y el peligro que aún los amenaza han hecho visibles unos centros cuya misión básica es, con la mayor discreción y confort costeables, hacer invisibles a sus residentes, porque demencia, decrepitud y discapacidad son ingratas de ver. Y han evidenciado su inevitable incumplimiento de las tres ‘ces’ de la seguridad anti-covid: son sitios ‘cerrados’ que ‘concentran’ a muchas personas en estrecho ‘contacto’. Por eso, mediante una asignación justa de recursos, deben dotarse de medios preventivos suficientes, trabajar con precaución absoluta, hacer pruebas frecuentes a personal y usuarios, y enviar los casos detectados en el acto al hospital o a centros covid.

Eso supone mayor coste. El dinero para cubrirlo puede venir del usuario, pero si sube el precio disminuiría, con la demanda, la actividad y la cobertura de la necesidad; o de los presupuestos públicos, que podrían no ser generosos en plena recesión; y del recorte del beneficio privado, que dueños y gestores contemplan solo como última opción, obviamente. Firmas, administraciones y ciudadanos deben conciliar sus intereses, y nosotros apenas tenemos voz. En cambio, las patronales son claras desde el inicio: reclaman más ayuda pública para medicalizar las residencias, esperando que el grueso de la atención corresponda al servicio público de atención primaria, y posponiendo asuntos como las ratios o la participación. ¿Cómo ha respondido el Estado?

Los responsables de los servicios sociales en Aragón, reclamando al Gobierno de España más fondos para mejorar la asistencia sanitaria pública en las residencias, elevar sus ratios de personal (se verá cómo, cuándo y cuánto), aumentar las plazas de residencia (claro), y la atención en el propio hogar (qué menos). E Iglesias y Montero, anunciando la próxima creación de un Sistema Estatal de Cuidados con 300.000 nuevos empleos de calidad (!) más una Agencia Estatal de Salud Pública (!!). A mí me sigue sonando todo a paternalismo administrativo, a un poco mejor de más de lo mismo… si hay dinero, y si cuando haya vacuna no cambian las prioridades.

Las dos vías de apoyo del marco actual podrían bastar: una prestación graduada de servicios (teleasistencia, ayuda a domicilio, promoción de la autonomía personal y prevención de la dependencia –habilitación y terapia ocupacional, estimulación cognitiva, mantenimiento y recuperación de la autonomía funcional…–, centro de día/noche, atención residencial); o bien un dinero que ayuda a pagar cuidados familiares, asistencia personal u otro servicio, usualmente una residencia. Pero ocurre que los servicios son escasos e inadecuados y el dinero para paliar su carencia no llega a cuantos tienen derecho. A los recursos insuficientes se suma una administración anticuada, acomodaticia e impersonal. Cuidado. Las residencias, la prestación monetaria e incluso ciertas formas de apoyo al cuidado en el hogar pueden ser mecanismos de marginación social. Entre las grandes cifras y las grandes palabras se oye hablar poco de indagar las necesidades específicas de las personas concretas.

La pandemia prueba que las sociedades complejas solo sobrevivirán si son ‘sociedades del aprendizaje’: formación laboral continua, innovación empresarial constante, I+D puntera y administraciones en perenne esfuerzo para mejorar la efectividad de los servicios que ofrecen y regulan.

Imaginemos, por ejemplo, que la universidad crea un modelo digital inteligente que tipifica a los usuarios por sus condiciones, necesidades, momentos vitales, proyectos y preferencias, definidas por ellos mismos y las profesionales experimentadas en su cuidado; que les asigna recursos a tenor de su situación social, sus propias rentas y la capacidad financiera pública; y que enumera opciones de habitación y servicio, y sus costes, según su calidad y escala. Si se simula la interacción entre usuarios (demanda) y empresas e instituciones (oferta) como un mercado bien diseñado y regulado, ¿sería su estructura como la actual? Lo veo improbable. Pero lo decisivo es que lo ignoramos. Quizá se prefiere suponer que ya sabemos qué es bueno para los dependientes. ¿Igual que supusimos que sabríamos contener la covid?

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