Director de HERALDO DE ARAGÓN

¿Dónde están los votos?

El PSOE no ha recogido los votos perdidos por Podemos.
El PSOE no ha recogido los votos perdidos por Podemos.
POL

La lógica electoral intuía que el primer beneficiado del descalabro de Podemos en Galicia y País Vasco debía ser el PSOE. Pese a la teoría de los vasos comunicantes, el recuento descubrió que los socialistas no recogieron nada de esta pérdida y que las papeletas que en su día salieron de la formación ya no les pertenecían. El descontento con los morados saltó directamente al BNG y a EH-Bildu, descubriendo un fuerte crecimiento que los consolidaba como primera fuerza de oposición y alternativa a PP y PNV. Pero, ¿por qué el votante de izquierdas ignoró el discurso del PSOE? No son una sino varias las razones de este rechazo y la primera de ellas atiende a la condición autonómica de los comicios y a la estrategia diseñada por Pablo Iglesias para que Podemos se comportase como un partido de implantación nacional. La anulación de las Mareas en el caso gallego y la sustitución de la estructura errejonista con la que contaba Podemos en el País Vasco fracturó los lazos con unos votantes sensibles a las posturas nacionalistas. Iglesias, sin ningún cabeza de cartel de referencia, impuso una dependencia política y programática similar a la empleada por el PSOE y abiertamente contraria a la fórmula del éxito de Alberto Núñez Feijóo. 

La cuarta mayoría absoluta del presidente de la Xunta descansa en el abrazo de un galleguismo o regionalismo de alta intensidad que encapsula toda actuación política en los límites autonómicos. La frase pronunciada por Feijóo en la que aseguraba que los gallegos no admiten "ni tutelas ni tutías" -una sentencia originalmente lanzada por Manuel Fraga en el X Congreso del PP de 1990 en un contexto bien distinto-, resume la atmósfera de una Comunidad que se comporta en clave regionalista. Feijóo no rechaza en sus mítines las siglas del PP o la presencia de Pablo Casado porque le preocupe que su discurso moderado pueda verse alterado, sino porque sabe que su fortaleza reside en su aislamiento frente a toda mirada nacional. 

Al margen de los beneficios o perjuicios que este tipo de baronías ocasionan a los partidos nacionales, Iglesias no entendió las condiciones con las que los votantes gallegos y vascos se acercaron a las urnas.

El PSOE de Galicia y País Vasco transita sumergido en una difícil equidistancia entre su identidad como partido nacional y la pulsión regionalista que en ocasiones logra seducirle traspasando la línea hacia el nacionalismo. Este es el caso del PSC y de Cataluña. Defensores del derecho a decidir, el PSC se enorgullece de su condición de partido federado con el PSOE para limitar e ignorar buena parte de los postulados troncales defendidos en toda España. 

La etapa de mayor éxito electoral del PSC, producto del catalanismo de Pasqual Maragall, quedó superada por el paso de los años y por una inclinación independentista que atrapó a muchos de sus votantes. Al margen de que el cinturón metropolitano de Barcelona o la margen izquierda de la ría de Bilbao hayan sufrido un relevo generacional que ha permitido que los hijos de aquellos votantes socialistas no se identifiquen con la papeleta del puño y la rosa, el PSOE sufre cuando su falta de reflejos le hace ignorar alguna de las propuestas que nacen desde su izquierda o cuando aflora la contradicción no resuelta entre su discurso nacional y autonómico.

Podemos, que ha comenzado a acumular todos los condicionantes para convertirse en una corriente que termine por ocupar el espacio político que tuvo IU, sabe que su recorrido se agota y que este cansancio se reflejará en las próximas elecciones catalanas. Pese a todo, y aunque ERC registrará un seguro crecimiento en su intención de voto por culpa de la idéntica migración descrita en Galicia y País Vasco, el encapsulado microcosmos catalán será un poco más generoso con los herederos del 15-M gracias a la calculada ambigüedad de Ada Colau y sus Comunes, en intermitente relación con el independentismo. 

El reto del PSOE en la España autonómica pasa por la construcción de un atractivo discurso de centro izquierda que asiente los liderazgos de sus barones sin fragmentar el mensaje nacional. Un asunto complejo que no se soluciona a golpe de encuesta del CIS y que requiere de un modelo socialdemócrata moderado y más inclinado hacia el europeísmo que hacia los nacionalismos.

miturbe@heraldo.es

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