Teoría del estrés parasitario
En 2014, Corey Finher y Randy Thornhill presentaron en un libro su teoría del estrés parasitario: en la historia de la evolución humana, las adaptaciones psicológicas a las enfermedades han desempeñado un papel significativo respecto a la selección natural de los valores culturales. Así, las personas que viven en regiones con altos niveles de estrés patógeno han evitado la interacción social y económica con grupos externos para minimizar la exposición a enfermedades contagiosas. El resultado es que estas sociedades han desarrollado valores como la seguridad, la introspección y la tradición. A cambio, las regiones con niveles bajos de estrés patógeno han estado más abiertas a las interacciones con los forasteros, lo que ha dado lugar al surgimiento de valores culturales como la tolerancia, la confianza y la apertura al exterior.
Gallegos y vascos han apostado en las urnas, este pasado fin de semana, por la estabilidad ante las muchas incertidumbres que genera la covid-19. Es lógico en esta coyuntura. No obstante, el gran auge de las opciones nacionalistas en ambas Comunidades supone también una potenciación de los clásicos valores del nacionalismo: sentimiento de superioridad frente a los otros, etnocentrismo, egoísmo… incluso racismo, como se ha visto en el caso de los independentistas de Cataluña.
El peligro es que lo coyuntural se transforme en estructural. La mezcla del instinto social de autoprotección y del reforzamiento de ‘la llamada de la tribu’ (Vargas Llosa) es negativa, según múltiples lecciones de la historia. La ciencia también lo corrobora: varias investigaciones recientes demuestran empíricamente que los países con una mayor prevalencia histórica de enfermedades están hoy menos desarrollados económicamente, son menos democráticos, menos innovadores y presentan niveles más altos de desigualdad.
