Mejor, un grafiti

Opinión
'Mejor, un grafiti'.
GRAFITI DE LECIÑENA

El presidente separatista de Cataluña es un gran incapaz político. Su gabinete lo hace francamente mal, empezando por la asombrosa consejera de Salud, a la que su mismísimo jefe ha de ordenar que la mascarilla sea forzosa. Este penoso ‘Govern’, que no cesa de insultar a España y a ‘Madrit’ al hacerlos argumento principal para excusarse de fracasos, no se percata de que es muy mala opción escoger un virus dañino como exportación principal, cuando tanto de bueno hay en la región: en Ordizia, en Oviedo o en Alacón se rastrea claramente el origen geográfico del mal, para cuyo remedio ha ofrecido el presidente de Aragón cuanta cooperación sea precisa, mientras la consejera de ‘Salut’ intenta dificultar el acceso de los aragoneses del Cinca a su hospital de referencia, que está en Lérida.

Cataluña bien regida es motor y regalo para el resto de España. Mal gobernada, elige mal sus gestos y sus ofertas. Cuando sus regidores enloquecen, llegan a exportar guerras, a Aragón y a España. La primera que hicieron las autoridades catalanas contra el rey de Aragón empezó en 1461 y duró más de diez años. Dañó a todos –a los catalanes, mucho– y no benefició sino a Francia. Conocemos sus detalles por la crónica que escribió Gonzalo García de Santa María. Muy parcial en favor de Juan II, padre de Fernando el Católico (joven rey de Sicilia e inopinado rey de Castilla, por matrimonio, durante esa guerra). Su crónica, en latín, se ha traducido por Fernández Cacho y, revisada por Álvaro Capalvo y con el añadido de una despampanante ilustración de Francis Meléndez (IFC, 2020), cuenta cosas muy sabrosas. A este judío bilbilitano de familia convertida al cristianismo lo estudió en 2017 Ana Mateo. Casado y con hijos, metido en negocios, lo acosó la Inquisición, sus enemigos le propinaron un día una gran paliza y acabó de cartujo en la Scala Dei, el convento del Priorato que fue el primer monasterio de san Bruno en la Corona de Aragón. Gran lector, buen jurista (lugarteniente del justicia) y concejal (’jurado’) de Zaragoza, entonces posición de respeto y poder.

Desvela conjuras contra el rey (eso eran tramas, y no las de Bousselham), de las que salió vivo con astucia, como una de la que se libró disfrazado y haciendo creer a los regicidas que estaba en el excusado y habían de esperar.

Propaganda milagrosa

La propaganda de entonces no iba a la zaga de la actual. Si hoy España es el ente ruin que aherroja a una Cataluña regida por seres impecables, entonces se alentó la revuelta con milagros. Los hizo un hijo del rey Juan, el desdichado Carlos de Viana, muerto de pleuresía en Barcelona. Santa María explica que "sobornaron a muchos para que fingieran ser cojos o enfermos, mancos o maltrechos. Con falsas lágrimas y fingida devoción", rogaban a Carlos junto a su tumba. El número se montó a conciencia, como si de un seudorreferéndum se tratara: "Tras hacer esto dos o tres días, tirando bastones, muletas y camillas, curados daban saltos por la catedral y ofrecían un espectáculo extraordinario", atestiguado por notarios y cantado por clérigos ad hoc. Un teatro formidable, que se hizo famoso (Zurita 17.42 lo recoge). Este tipo de gobernantes maneja bien esos resortes. Por descontado, el rey de Aragón vivía acosado de problemas (Francia, Castilla, Navarra, Nápoles...) y en tal coyuntura plantearon la querella. Como hoy, los catalanes quedaron amargamente escindidos y no faltaron las ejecuciones sin proceso de seguidores del rey.

Para ser creíble, el figurón es contraproducente: lo que dice tiene presunción de falsedad. No se precisan ejemplos, dada la abundancia actual de especímenes.

A menudo la verdad va sin ropajes. Puede tener contundencia y mostrar tan gran apariencia de veracidad que convenza a primera vista. Véase este escrito, minucioso y veraz, hecho a lápiz sobre yeso, por mano anónima, en Leciñena (Zaragoza): "Yarza - Cortizo - Santamaría - Reija / Violeta - Endériz / Canario - Villa - Marcelino - Santos - Lapetra / Primer partido liga año 65-66 / empate y un árbitro criminal Ortiz de Mendíbil". El grafiti lo recogen Ferrer Mayayo y Ramos Antón, en un sorprendente recorrido por los corrales aragoneses de ovejas (IFC, 2020). En efecto, el Zaragoza no pudo ganar en casa (¿les suena?) a los colchoneros madrileños y los datos del grafiti se confirman en el HERALDO correspondiente, que censura la negligencia del árbitro, aunque imputa rectamente el resultado a los errores del equipo, por ser "pueril" lo contrario. La pintada anónima de un forofo en Leciñena merece, así, más crédito que las pomposas declaraciones de la penosa autoridad que hoy rige, o lo que sea que haga, la Generalitat. Tiene que rectificar a su consejera, señora Vergès, a la que se le escapan temporeros infectados y sin papeles de seis en seis, e imponer la mascarilla a su pequeño universo (lo que, como ha dicho un experto, equivale a exigir condón incluso a los que se satisfacen solos). Claro que Vergès milita en el partido más cordialmente detestado por Torra.

¿Cómo creerles nada? Mucho más serio el desahogo cuasi rupestre de aquel pastor en Leciñena.

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