Por
  • Francisco Bono Ríos

La ‘nueva desigualdad’

CaixaBank y la Fundación 'la Caixa' aportan 12.000 euros al comedor social del Carmen
'La nueva desigualdad'.
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Mucho se ha escrito ya sobre la pandemia. Tanto que es difícil aportar alguna opinión sin que suene a mil veces repetida, pero también resulta difícil ocuparse de cuestiones que no estén relacionadas con aquella que es sin duda la que está condicionando por completo nuestro estilo de vida presente y futuro. De todos los asuntos que saltan a la opinión pública hay uno sobre el que merece la pena insistir. Un asunto que atañe a la sociedad, extremadamente grave, que me atrevo a calificarlo como la ‘nueva desigualdad’, y que debe ser motivo de una profunda transformación de las Administraciones.

Hasta ahora, anteriores crisis habían conformado una economía como la española caracterizada por un alto desempleo de carácter estructural y unos porcentajes de empleos precarios en su retribución y estabilidad temporal. Este fenómeno constituye un paisaje con grave deterioro además de las clases medias y un aumento notable de la desigualdad. Pues bien, todo un paraíso comparado con el desolador panorama que nos ofrece esa llamada ‘nueva normalidad’ (que bien se ha lucido el que tuvo esa ocurrencia). Porque, en efecto, detrás de todas las previsiones macroeconómicas y de todas los bien intencionados planes de recuperación ha emergido una realidad que tiene su traducción en cientos de miles de pequeños y medianos empresarios arruinados por los cierres de sus negocios, de cientos de miles de nuevos trabajadores en paro, de profesionales de la cultura y el ocio con un negro porvenir, de numerosas personas con merma de ingresos por alquileres debido a los cierres de negocios, y de todo un cúmulo de actividades casi anónimas que tienen un porvenir muy incierto. El panorama incluye, incluso, el de miles de familias que deben recurrir a los comedores sociales por primera vez en su vida.

Todo ello acarrea una ‘nueva desigualdad’ social, que difícilmente podrá corregir –durante mucho tiempo- el simple mecanismo de los mercados (nunca había pensado el que esto escribe que llegaría a contradecirse en su propio pensamiento liberal). Y por ello hay que exigir más que nunca una actuación decidida de la política económica para acortar en lo posible el camino a un escenario social más aceptable. Y aquí viene la gran pregunta: ¿Es capaz el Gobierno actual de apoyar seriamente a las personas, en todos sus requerimientos, con las estructuras administrativas existentes?

Ante el nuevo escenario de déficit y endeudamiento público, quizás sea necesario incrementar los impuestos a determinadas capas de la sociedad con el fin de atender a las personas y empresas necesitadas, pero junto a ello parece imprescindible también una actuación ejemplarizante de los poderes públicos en el terreno administrativo y presupuestario en lo que atañe a la reducción del gasto corriente. Y estas actuaciones o se aprovechan estos momentos críticos o no se hacen nunca.

Es el momento, sin duda alguna, de hacer reformas y tomar decisiones como las siguientes:

Reducir la carga estructural de las Administraciones en departamentos, cargos por designación, duplicidades (¿son necesarios tantos órganos similares como Autonomías existen?), empresas públicas, comisiones de estudio, órganos consultivos, etc. etc. Un conglomerado institucional que ha venido creciendo gobierno tras gobierno, con algún paréntesis de cierto ajuste y nacionalización, y solo de forma justificada en algunos casos.

Simplificar, de una vez por todas y sin perder las funciones de control, las normas administrativas, empezando por una compilación de las existentes y siguiendo por unos criterios razonables para el futuro. Hay que ser conscientes de que se superponen normas de –al menos- cuatro niveles: europeo, nacional, autonómico y municipal, constituyendo una maraña administrativa de difícil asimilación y muy costosa de gestionar. ¿Por qué un Gobierno presume de ser más eficaz que el anterior, por el simple hecho de haber aprobado más leyes?

• Concentrar los esfuerzos, a la vez que se subvencionan los casos de extrema necesidad social, en programas que fomenten la creación de empleo hacia los perfiles que vienen demandando las empresas y organizaciones.

Difícil tarea para los gobernantes, pero es el momento del ‘Borrón y cuenta nueva’. Porque esta ‘nueva desigualdad’ es una grave amenaza que puede acarrear una fuerte inestabilidad política y social, con el fortalecimiento de los extremismos, tal como la Historia se ha encargado de explicarnos.

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