No nos precipitemos

Aula de infantil del colegio concertado Sagrada Familia de Zaragoza con las mesas separadas para cumplir con las distancia física.
Aula de infantil del colegio concertado Sagrada Familia de Zaragoza.
Colegio Sagrada Familia

Se nos dice que, de relajarse en exceso la contención, la pandemia podría rebrotar, especialmente en otoño. Por eso usamos mascarillas y se limita el aforo de todos los espacios. Sin embargo, algunas autoridades proponen ahora que en septiembre veinticinco menores y un adulto coincidan en un local de treinta metros cuadrados, siempre que sean un grupo aislado y se vigile la aparición de síntomas.

Según lo anterior, ya no es relevante que la covid-19 también se transmita por las personas asintomáticas y por quienes la van a desarrollar en un plazo de dos semanas, lo que dificulta la intervención temprana. Y se diría que tampoco preocupa que, en un ámbito con la densidad referida, sin la posibilidad de mantener las debidas distancias, los catarros o la gripe hagan saltar las alarmas constantemente, activando los protocolos ya sufridos.

Sé que hay prioridades educativas, familiares, laborales y financieras. Y asumo que la vida es riesgo. Por eso, solo sugiero mantener la contención un poco más, de cara al invierno, velando por unas aulas descongestionadas y facilitando que cada escuela, con flexibilidad y con medios razonables, encuentre espacios y personal, no necesariamente profesorado, para que el alumnado sea bien atendido cuando no esté en su turno de clases convencionales. Lo que se gaste en ello evitará que aumente la discriminación entre colegios, así como costes infinitamente mayores y quién sabe si otra catástrofe humanitaria. Tardamos en marzo, no nos precipitemos en septiembre. Con lo que sabemos del enemigo, darle facilidades ahora sería imperdonable y punible.

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