Por
  • Isabel Soria

Flores

Opinión
'Flores'
Isabel Soria

En el Parque Grande, del que mi yaya decía que había visto los árboles de chiquiticos, hay una zona en la que nos gusta estar y jugar al escondite. Es la zona de los laberintos. Un día, mientras contaba para que mis hijos se escondieran, vi unas flores que estaban en un rincón. Al principio pensé que eran de las plantas que había por ahí, pero luego me di cuenta de que no. Que esas flores las había dejado alguien o que accidentalmente las había llevado el viento. Probablemente, las flores estaban ahí para recordar a una persona, un amor pasajero o tal vez el amor de una vida. El ramito era muestra de un querer y de un camino en común, un recuerdo al ser amado y cuya memoria siempre estará viva, al menos mientras haya flores, mientras haya parque y mientras esté la otra mitad.

Me imagino a un hombre anodino, bajito, mayor, bajando por las cuestas desde Torrero para dejar el recuerdo a su amor tras comprar el ramo en los ‘chinos’ del barrio y despositarlo ahí, en ese lugar que tanto le gustaba a ella. O quien sabe si era el recuerdo a aquella chica de una tímida juventud, de un beso, de un juego. De aquella moza que vino a Zaragoza de algún pueblo de la zona de Belchite y que se terminó marchando a Francia, o a Suiza o a Estados Unidos con algún mayor de la Base americana, o si volvió a su pueblo y ahora barre en bata la puerta de su casa. Creo que esas flores tenían nombre y apellidos, pero quién sabe si fue el viento quien las dejó ahí, a ellas y a sus historias. 

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