Por
  • Juan Manuel Iranzo Amatriaín

Las trabajadoras de las residencias

Emotivos reencuentros en las residencias de mayores
'Las trabajadoras de las residencias'.
José Miguel Marco

El premio Princesa de Asturias de la Concordia 2020 se ha concedido a las "personas que (…) en centros sanitarios (…) y otros servicios han estado en (…) la primera línea en la lucha contra [la covid-19]". Quiero entender que esos otros servicios incluyen a las empleadas de las residencias de servicios sociales, donde más ha matado la plaga. Sería un justo reconocimiento al esfuerzo y la responsabilidad de unas trabajadoras cuya condición de personal esencial ha vindicado la crisis, aunque sin asomo de recompensa material o legal todavía.

Las auxiliares y, en general, quienes cuidan a personas dependientes por su edad avanzada o su discapacidad son víctimas de una ambivalencia pérfida. Se admite que su labor es clave (todos las necesitaremos un día) pero también se las desprecia. Por ejemplo, muchas han sido afrentadas en alguna ocasión con el mote de ‘limpiaculos’, insulto sintomático de una sensibilidad obtusa y maligna. Por obvios motivos de higiene, de niños se nos enseña limpieza mediante el tradicional método de desarrollar aversión a todo cuanto el cuerpo excreta o se desprende o fluye de él. Esta sensibilidad arcaica es la que sitúa a quienes trabajan con sustancias tabú en el escalón social más bajo, como hacía el rígido y discriminatorio sistema de castas hindú, que la Constitución india abolió en 1950. Si tenemos personal sanitario y auxiliares de residencias es gracias a las personas que, con autocontrol racional, vencen esa aversión y tienen además la humanidad de hacer del cuidado su profesión.

Pero sería banal quedarse solo en que cuidar a personas que no pueden asearse solas o se ensucian sin querer puede ser desagradable. Más importante en esta tarea es la olvidada dimensión emocional. Es fácil encontrar personal correoso, pero no profesionales que además tengan sincera voluntad de cuidado y apreciable inteligencia emocional. Adaptarse a la vida en una residencia no es fácil, la convivencia puede ser dura: hay usuarios y familiares amables y comprensivos, pero también otros que, aun con la mente íntegra, son hiperdemandantes, maleducados o agresivos, y otros que sufren graves carencias emocionales o están afectados psiquiátrica, neurológica o psicológicamente. Las conductas problemáticas son algo cotidiano. Y donde nadie parece pensar que la atención psicológica sea un servicio esencial, ¡y ya lo creo que lo es!, auxiliares, limpiadoras, recepcionistas y otras dedican mucho menos tiempo del que quisieran a algo tan absolutamente vital como es escuchar, comprender y ayudar. Y un día la abuela o el discapacitado mueren, el apego duele, la auxiliar lo confiesa y le dicen que no es profesional, que no sabe mantener la distancia emocional, como si esta, sin afecto, no fuera sino indiferencia. Saber equilibrar eficacia práctica con calor humano es un arte.

No obstante, el mito de que este es un trabajo no cualificado hace que no escasee la oferta de trabajadoras para unos centros donde la común sobrecarga de trabajo provoca bajas y renuncias frecuentes. De resultas, su vocación, si la hubo, se degrada, la experiencia no enriquece su oficio y no se desarrolla su identificación con una empresa que pone mucho énfasis en la velocidad de la faena y suele ignorar no solo sus demandas de mejores condiciones laborales sino también sus sugerencias para mejorar el servicio que ofrecen. Con participar en consejos y patronatos, a la alemana, ni sueñan, pues en el sector hay tal desequilibrio de poder entre las partes que, como recordó en estas páginas hace poco el Justicia de Aragón, el convenio no se renueva desde 2013, sin que la Administración chiste ni arbitre.

Por último, debo advertir que el término ‘auxiliar’ induce a error. Auxiliar es quien ayuda a una persona principal; pero las técnicos en cuidados auxiliares de enfermería y semejantes son, junto con las terapeutas y sanitarias, el núcleo de la generación de valor económico, social y humano de las residencias. El resto del personal –la limpieza, la cocina, el mantenimiento, la administración, hasta la dirección– son servicios auxiliares que apoyan, complementan, subvienen o coordinan el cuidado de las personas, el cual, para ser excelente, debe empezar por cuidar a las cuidadoras.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión