Fehaciente, pero menos

El caballo con el que el general Pavía habría entrado en el Congreso de los Diputados en 1874 no figura en el Diario de Sesiones.
El caballo con el que se dice que el general Pavía habría entrado en el Congreso de los Diputados en 1874 no figura en el Diario de Sesiones, porque no existió.
HERALDO

No existieron Rocinante ni el corcel de Santiago Matamoros, ni consta el caballo de san Pablo en los ‘Hechos’ de Lucas. Como ellos, también es imaginario el que montaba el general Pavía entrando en las Cortes para disolverlas. Se sabe por el Diario de Sesiones (DS), que atestigua la entrada de tropa, sí, pero de a pie. En el estilo teatral propio del DS (discursos, diálogos y acotaciones aclaratorias) dice Castelar, siempre tribunicio: "Yo declaro que me quedo aquí y aquí moriré". "Ya entra la fuerza armada en este salón", añade un diputado. Se oye: '¡Qué escándalo, qué vergüenza! ¡Soldados, viva la República federal, viva la Asamblea soberana!' (Otros Sres. Diputados apostrofan a los soldados, que se replegan (sic) a la galería y allí se oyen algunos disparos, quedando terminada la sesión en el acto). Eran las siete y media de la mañana". El 3 de enero de 1874. Ni Pavía, ni caballo. El Diario de Sesiones es fehaciente desde hace dos siglos largos. Ese es su mérito. Y, como se verá, su riesgo.

El DS atestigua cómo Pablo Iglesias amenazó de muerte a Antonio Maura en un pleno: "...Hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar al atentado personal". "(Grandes protestas (...) El Presidente [Romanones] agita enérgicamente la campanilla)". "Su Señoría [Iglesias] no puede ampararse en la inmunidad para cometer un delito...". Iglesias se negó a retirar lo dicho. Fue el 7 de julio de 1910, sonado sanfermín.

Esas acotaciones dejan constancia de lo que se ve o se oye pero no puede transcribirse taquigráficamente. A veces, al Diario se le escapan cosas. El pasado 7 de enero, da cuenta de una nutrida ovación: "Prolongados aplausos de las señoras y los señores diputados de los grupos parlamentarios" de los que enumera cinco; pero no constan los de Ciudadanos, ni la mayoría del PP ni algunos de Vox y PNV.

Para hacerse entender, el Diario explica gesticulaciones. El 14 de julio de 2014 se lee: "...hacíamos así (se lleva los dedos a la boca cerrándola de izquierda a derecha) y nos poníamos así (cruza los brazos y baja la cabeza) [...]. (Permanece en la tribuna en silencio mostrando un cartel con la imagen de unos labios cerrados con cinta adhesiva y un letrero que dice: Silencio!!! Estamos decretando!!!".

¿Qué sucede cuando alguien retira una expresión injuriosa o cuando la presidencia ordena que no conste? En la actualidad, la expresión se refleja en letra distinta (entre corchetes y en cursiva) y consta como retirada. Pero ahí queda. Este es el único caso de modificación admitido por el Reglamento del Congreso y a él se atiene el Cuerpo de Redactores, Taquígrafos y Estenotipistas que confecciona el Diario.

No tan fehaciente

La jefe del Departamento de Redacción afirma taxativamente que "en el Diario de Sesiones se refleja lo que se ha dicho y lo que ha sucedido en las sesiones parlamentarias, con lo cual no hay lugar a correcciones o rectificaciones, ni por parte de los intervinientes ni de los grupos parlamentarios", con la excepción presidencial citada. Toda diferencia entre lo ocurrido en el hemiciclo y lo reflejado en el Diario de Sesiones debe, pues, imputarse al citado Departamento. Contra lo que podría deducirse de esas contundentes frases, las alteraciones de lo dicho en la Cámara que hace el Diario son constantes. No es posible saber qué criterios se siguen, pues el libro de estilo no es público. El trámite tiene varias fases: taquígrafo (cambia cada cinco minutos), redactor (uno por equipo de seis taquígrafos) y, en fin, revisión por la jefe del Departamento.

El cotejo del Diario con la realidad revela muchos cambios en el paso a la edición: el Diario corrige pifias y lapsus gramaticales, verifica nombres propios, las citas y otros particulares. Trabajo arduo y caritativo: da coherencia a la incoherencia y convierte el yerro en acierto, pero deja injustamente en buen lugar a los diputados más torpes o descuidados a quienes mejora constantemente. Ello falsea la realidad mediante la cosmética, convierte en gramático al palurdo y dota de saber erudito a quien carece de él.

No es, pues, del todo exacto que el Diario refleje "lo que se ha dicho y lo que ha sucedido en las sesiones". A menudo narra lo que los editores estiman que debió decirse o se quiso decir. La alteración, según ese aserto contundente, es de su sola responsabilidad. Por respeto ¿con el lector? no se transcribe tal cual lo que dice la famosa ministra si habla del ‘diputao’ y lo ‘aprobao’, o si dice ‘dos mil vente’. Gracias. Pero si en el Diario constan «Gotemburgo», «sorber y soplar» o «puesto catorce» se falsea que la señoría de turno dijo en verdad ‘Gotemberg’; ‘sorber y absorber’; o ‘catorceavo puesto’. Y eso está mal.

Como en la penetrante ocurrencia de Julius Henry Marx, (a) Groucho, enfrentadas la grabación y el Diario que la refleja ante el asombrado lector, la jefe del Departamento lo sacará de toda duda, con tono de reprensión: "¿Pero, ¿a quién va usted a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?".

El Diario de Sesiones es, pues, fehaciente. Pero menos.

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