Por
  • Almudena Vidorreta

Ciencias políticas

Congreso de los Diputados.
Congreso de los Diputados.
EFE

Siempre me ha fascinado la politología en su faceta elocuente, siquiera porque soy una apasionada del discurso. La política, como una de las ciencias sociales, concierne al conocimiento empírico, a la erudición y al saber. Ciencia es sinónimo de observación, razonamiento y experimentación, además de comprobación de datos, para lograr una sistematización que permita capacidad predictiva. Así operan científicos de laboratorios, médicos y epidemiólogos, hoy tan cotizados, pero también sociólogos, historiadores o filólogos. ¿Qué pasa con los políticos? Se les presupone instrucción jurídica, económica, sociológica e histórica para ejercer análisis y asesoramiento. Conocimiento de los actores e instituciones, sí, pero también destreza, esto es, habilidad en su ejecución y un poquito de retórica para darle forma en un escenario colaborativo.

Con sinceridad, no quisiera verme ahora mismo en el pellejo de nuestros gobernantes. La tensión a la que están sometidos es máxima, trabajando sobre escenarios que incluso los expertos en la materia desconocen. Por ello merecen consideración y comprensión, por encima de todo, políticos y científicos que hacen lo que saben o lo que pueden. Ojalá respetaran, también, a los ciudadanos que les votaron. Porque, dejando a un lado la pandemia, cuya naturaleza imprevista no se le puede achacar a nadie, apelar a la violencia y al escarnio en el contexto actual es un insulto a la inteligencia y a la democracia. Solo el paso del tiempo nos dará perspectiva suficiente para dilucidar quién estuvo a la altura de las circunstancias. De momento, mientras resuelven, menos afrenta y más cortesía.

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