Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Optimismo de Estado

Sánchez guarda el minuto de silencio junto a trabajadores de Moncloa
Sánchez guarda el minuto de silencio junto a trabajadores de Moncloa
Fernando.Calvo

Mi padre recibía a través del circuito esperantista la publicación ‘Popola Cinio’. El lenguaje visual era muy cuidado: en el ‘pueblo chino’ todos sonreían; por supuesto niños, pero también campesinos y obreros, sorprendidos en pleno trabajo. Mao sonreía. China estaba poblada por personas felices, dirigida por líderes felices. Hoy somos nosotros los que recibimos una representación institucional en que la expresión de debilidad ante la covid-19 produce rechazo social, porque nuestra ‘patria’ –descubierta ahora por quien tanto ofende a sus símbolos– está formada por personas resistentes, dirigida por líderes resistentes, fuertes, viriles. Resistiremos. No solo resistiremos: ‘saldremos más fuertes’ nos dicen, aunque creo que la frase es uno de sus ya frecuentes fracasos comunicativos. Como todavía me queda un pellizco de lealtad institucional hacia mi gobierno, intentaré descodificar lo que, expresado de manera torpe, parece que han querido decir: que hay un futuro en el que las pérdidas producidas podrán ser compensadas, porque incorporaremos cambios que mejorarán elementos sustanciales de nuestra dañada situación de partida.

Me quedo ahora con el eslogan en abstracto, para hacer un análisis de la oportunidad de las palabras elegidas y su combinación, sin valorar su coincidencia con lo que yo pueda creer que está pasando.

‘Saldremos’. Tengo dos objeciones que me llevan a rechazar el uso de este verbo. En primer lugar, una genérica, en la medida que sugiere solución espontánea: como los personajes de ‘Amanece que no es poco’ que crecen solos sin apenas requerir cuidados; decimos ‘de esta se sale’ porque asumimos que las cosas simplemente pasan; por eso no nos esforzamos en identificar el sujeto de la acción. Pero ¿quién aplicará la fuerza necesaria para salir? La segunda objeción es relativa al contexto concreto en que se ha usado: quien elige este verbo no ha sentido nunca dolor intenso, o no es capaz de expresarlo. El dolor, el amplio abanico de dolores producidos por la covid-19, no se deja atrás (ni olvido, ni perdono). Con suerte, ayuda y esfuerzo, el dolor profundo se encapsula: queda dentro de nuestras almas como una esquirla de metralla y lo rodeamos con algún tipo de corteza que nos permita convivir con lo intruso; no serán pocas las ocasiones en que una punzada nos recordará que sigue ahí. No creo que el personal sanitario que ha sostenido la mano del que muere, sugiera nunca que conseguirá dejar atrás la experiencia; como el que sale de una celda y cierra simplemente una puerta.

‘Más fuertes’. Cuando tenemos una necesidad expresiva identificamos un esbozo de idea, hacemos una lista de palabras que la contienen, fijamos sus matices, y elegimos. En este caso el eje habrá sido esa idea de ‘mejora’. Podemos elaborar una relación de nombres de valores que nos definan como ‘mejores’: sabiduría, conocimiento, reflexión, solidaridad, alegría, felicidad, misericordia, humildad... En este caso, al redactar el eslogan eligieron ‘fuerza’. Interesante. Familiarizados como están con Marco Aurelio, habrán tenido en cuenta que ‘fuerza’ es el valor varonil por antonomasia: palabras de la misma raíz (‘vis, vir’) en algún caso morfológicamente idénticas (‘vires’). No cometeré la necedad de calificar como ‘machista’ esa opción, pero desde luego es expresión de una representación masculina de la realidad; es un eslogan pensado en masculino. No creo que el valor ‘fuerza’ fuese la primera opción de muchas mujeres.

Del duelo no se sale. No. El duelo no hace más fuerte. En todo caso, la fortaleza permite confinar el dolor y que no se extienda; que no incapacite.

Cualquier posibilidad de mejora de lo porvenir requiere humildad, análisis, proyecto, recursos y confianza. Tenemos un Gobierno que ha fracasado emocionalmente: cuyo presidente expresa con dificultad emociones, su vicepresidente me mira siempre con cara airada de Júpiter tonante, y alguna ministra ríe inexplicablemente mientras comunica noticias pésimas. La armonía entre las emociones de gobernante y gobernado se ha roto. La confianza sustenta autoridad; en su ausencia, solo queda imperio. ¿Qué tienen previsto hacer? ¿Qué aconsejarán los expertos?

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