Director de HERALDO DE ARAGÓN

«Es mi naturaleza»

Pedro Sánchez junto a Pablo Iglesias en la reunión que celebran en Toledo.
Pedro Sánchez junto a Pablo Iglesias en la reunión que celebraron en Toledo.
Pedro Calvo/Efe

El resumen de una condición irrefrenable, de una naturaleza incontrolada, queda explicado en la fábula del escorpión y la rana. El artrópodo pica al otro animal aun a sabiendas de que ambos morirán ahogados en mitad del río. «Es mi naturaleza», sentencia el escorpión. El confiado batracio se convierte en víctima de su propio trato, en damnificado de un pacto que debería haber permitido que ambos llegasen a la otra orilla, primando la condición personal por encima de la supervivencia.

El acuerdo alcanzando por los dos partidos que conforman la coalición de Gobierno (PSOE y Unidas Podemos) con EH Bildu para la derogación de la reforma laboral posee todos los elementos de una fórmula amargamente explosiva. Solo una calculada premeditación o la más negligente ausencia de perspectiva puede concentrar tantos despropósitos en un solo acto. La absurda naturaleza que conduce y fuerza al Ejecutivo hacia un permanente estado donde se reconoce la vieja leyenda de que «cuanto peor mejor», importando bien poco quién o quiénes fueron los inductores del acuerdo cuando Sánchez consiente, solo confirma una peligrosa levedad política.

Ni era el momento ni había necesidad alguna de forzar la oportunidad, por lo que el movimiento solo puede atender a un deseo de respuesta; al envío de un mensaje alto y claro sobre el anclaje y la posición ideológica del Ejecutivo. Puede que los principales destinatarios del recado sean Ciudadanos y ERC, el primero para que descubra el rechazo y el segundo para que advierta que el camino continúa abierto. Pero situados como estamos en la antesala de unas trascendentales elecciones autonómicas para el PNV, lo ocurrido en el Congreso ya ha permitido que la candidata de Podemos en el País Vasco, Miren Gorrotxategi –próxima a Pablo Iglesias–, insista en que el resultado «posibilita más que nunca un gobierno progresista tripartito en Euskadi este mismo julio» para desbancar a Iñigo Urkullu de Ajuria Enea.

El malestar de los nacionalistas vascos, que llegan a esta cita electoral con un severo desgaste político por culpa de la gestión de la covid-19 y el accidente del vertedero de Zaldibar, alcanza un nivel mayúsculo ya que con Bildu como actor con papel se rompe la exclusiva interlocución que habían venido manteniendo con los diferentes gobiernos.

El anuncio de la derogación de la reforma laboral, algo «absurdo» y «contraproducente» en palabras de la ministra de Economía, Nadia Calviño, especialmente ahora que se está peleando contra la pandemia mientras se negocia con Europa las diferentes ayudas, solo ha servido para romper al Gobierno en dos mitades que no son, precisamente, las partes que aportan cada uno de los partidos de la coalición. Sánchez, que culpa al PP de su acuerdo con Bildu, lo ocultó a los ministros con mayor peso político –en especial después de los ataques sufridos en la casa de la socialista Idoia Mendia y no condenados por Bildu–, alineándose con las tesis de Iglesias para defender un pacto que bajo la amable versión del Ejecutivo solo buscaba garantizar la aprobación de una nueva prórroga del estado de alarma.

Dinamitar la relación con la CEOE, desbaratando el diálogo social mientras se apuesta por una derogación de la reforma sin alternativa conocida, solo tiene sentido si la incontenible naturaleza del escorpión relatada en la fábula logra imponerse. El daño causado, también el autoprovocado en el seno del PSOE, resulta tremendo, pero la falta de responsabilidad es mucho mayor.

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