Por
  • María Pilar Martínez Barca

Máscaras

Dos ciudadanos con mascarillas observan el escaparate de una tienda de empeños.
Dos ciudadanos con mascarillas observan un escaparate.
Efe

Es conveniente pero yo no la uso, me toco mucho la cara con las manos". "Es obligatoria en sitios públicos cerrados, no al aire libre". "No tiene sentido que las personas no enfermas lleven mascarilla". Hoy es mucho más sencillo seguir cualquier hemeroteca por las redes, y no es difícil rastrear estas y otras afirmaciones en boca de líderes políticos y ‘responsables’ de nuestra sanidad.

¿Qué ha cambiado para que desde el jueves sea obligatorio cubrirnos barbilla, boca, nariz y casi ojos en la vía pública y lugares cerrados? "El uso generalizado de mascarillas por parte de la población para reducir la transmisión comunitaria del SARS-CoV2 está justificado no solo por su alta transmisibilidad, sino también por la capacidad que han demostrado las mascarillas para bloquear la emisión de gotas infectadas" (Orden de Sanidad del 19 de mayo).

Esto hay que superarlo como sea. Pero si de algo ha carecido esta crisis es de prevención y de concreciones cotidianas, como si los que pretenden regir nuestra salud no saliesen a la calle. Está bien eximir de mascarilla a los menores de 6 años –de 3 a 5 es optativa–, si hay dificultad respiratoria, motivo de salud o causa mayor o es incompatible con la actividad que se realice, como beber o ingerir alimentos. ¿Pero y esas otras minorías?

Ya se denunció en colectivos de personas sordas el uso de mascarillas estándar; deben ser transparentes para leer los labios. Fundación ONCE ha sacado una guía para el caso de ciudadanos ciegos y sordociegos y quienes a ellos se dirijan; normas de sentido común, como dejarse ver –mediante perro, bastón o extendiendo los brazos– para guardar la distancia de dos metros; o realizar la comunicación táctil o al oído, siempre por detrás o lateralmente, nunca de frente.

El de los motóricos es otro mundo. Mascarilla sí o sí, y ya dijo el doctor Simón que no es necesario desinfectar las ruedas de la silla. ¿Pero ha caído alguien en que en general somos más ‘bajitos’? Y cuando se abran los restaurantes con mamparas, ¿practicarán orificios en las mismas, e inventarán cubiertos de mango extensible, para los que precisen que les den de comer?

Aquí parecemos todos un baile de máscaras entre realidad y fantasía. ¿Llegamos tarde? Algún día, detrás de tanta máscara, los rostros y porqués verdaderos saldrán a plena luz.

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