Un Gobierno desnortado
El oscuro pacto de Pedro Sánchez y su coaligado Pablo Iglesias con EH-Bildu para la derogación de la reforma laboral no solo ha roto el diálogo social, sino que es la manifestación evidente de que el presidente no tiene una estrategia, sino que gobierna a golpe de ocurrencia. De otra forma no puede explicarse esta maniobra, en el contexto de la votación de la prórroga del estado de alarma, y que se hizo de espaldas a algunos ministros clave, como Nadia Calviño, que ayer tildó de «absurdo y contraproducente» plantear la derogación de la reforma laboral en plena recesión.
Sánchez, que forjó en enero un gobierno endeble, evidenció desde el primer momento que la legislatura transcurriría al albur de los deseos de su socio. La crisis del coronavirus ha venido a potenciar y a hacer más patentes las contradicciones de un presidente, que más allá de las obvias dificultades para gestionar una pandemia tan lacerante, está tomando decisiones incoherentes que van en contra del interés general e, incluso, contra su propio partido. La ausencia de una estrategia clara, la profunda división entre los socios de Gobierno y la permanente sensación de improvisación no solo es un problema para el Ejecutivo, sino también para afrontar los ingentes problemas que tiene España. El incomprensible pacto alcanzado con EH-Bildu, que concede aire a la izquierda abertzale a pocas semanas de las elecciones en el País Vasco, solo descubre un absurdo deseo por el enfrentamiento y el conflicto. Sánchez, que ha permitido que Iglesias retuerza el respaldo de Ciudadanos y PNV hasta convertirlo en un engaño con forma de ridículo, está demostrando que no sabe estar a la altura del desafío que tiene ante sí. Apostar por el radicalismo cuando debería forjar un pacto de Estado con las fuerzas políticas y sociales que propicie que el país utilice todas sus capacidades para superar la crisis solo confirma el desnortado perfil del Gobierno.