Iglesias editorial

El vicepresidente Pablo Iglesias comparece ante el Senado
Pablo Iglesias.
Ballesteros

Entre los problemas que Podemos consideró que debía poner sobre la mesa, estaba el periodismo español. A su juicio, la excesiva parcialidad o la corriente imperante en todas las líneas editoriales por favorecer no tanto al dinero como a quien lo tiene, eran para la formación de Pablo Iglesias un tema a debatir y mejorar. El problema es que pronto pasaron de abrir el debate, cuestión respetable y necesaria, a imponer con soflamas un modelo alternativo en favor de la verdad y la libertad que, como casi todo lo teórico, sonaba ingenuo e ilusionante. Así, no era raro ver a Iglesias o Monedero dando cera a los periodistas cuando consideraban que sus informaciones eran un ataque. Es verdad que algunos lo pusieron fácil, máxime cuando ciertas exclusivas han apuntado, años después, a falsedades fabricadas entre ciertos escribas y políticos con cargo gubernamental que aprovechaban su situación para presuntamente fabricar documentos oficiales falsos. Pero no es menos verdad que luego la queja ya venía más por poner el ojo en lugar incómodo, que porque la noticia en cuestión fuera falsa; vicio que además se fue acrecentando conforme Podemos (y marcas blancas adheridas) fue acaparando poder y gobiernos.

La degeneración de dicha corriente ha llegado al pico de la curva con el último lanzamiento periodístico del entorno de Podemos: un periódico llamado ‘La Última Hora’ cuya directora es la exasesora de Iglesias, Dina Bousselham, a la que éste le ha deseado toda la suerte del mundo, esperando que se conviertan en "referencia informativa". ¿El problema? Que cuando le deseó tal cosa, el periódico ya llevaba varios días funcionando sin aclarar quién estaba detrás y con una retahíla de titulares sesgados y partidistas que sonrojarían a cualquier defensor de la buena prensa.

Así, se descubre que la intención de Iglesias no era, ni entonces ni ahora, la libertad de prensa sino la ambición por tener un medio que contara las cosas según su óptica. Cosa que los periodistas vivimos a diario, entre otras cosas desagradables: constatar que para el poder, el buen periodismo es el que cuenta una verdad parcial que siempre es cómoda para alguien. E Iglesias es poder, y lapidando más a la prensa lo ha demostrado. Él solo era otro lobo y el periodista, un oficio solitario.

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