Por
  • Carmen Magallón

Producir y cuidar

La economía debe reconocer el valor que aporta a la sociedad la tarea de cuidar.
La economía debe reconocer el valor que aporta a la sociedad la tarea de cuidar.
María Torres-Solanot / HERALDO

La salida gradual del confinamiento que vivimos tensa ahora el debate sobre qué priorizar para decidir el ritmo de la salida (desescalada, lo llaman): la producción o el cuidado. Con respecto a los tiempos de normalidad en los que la economía, en versión estrecha, casi lo ocupa todo, las circunstancias han puesto sobre la mesa la importancia del cuidado, devolviéndole la visibilidad que merece. Las tareas de cuidado han existido siempre (¿acaso habríamos sobrevivido de otro modo?) pero tal vez por su carácter de inevitables solo salta a la vista su carencia. Se proyectan en contextos diferentes: en el maternaje, la enfermería, la amistad, incluso la política necesita su dosis de cuidado. Conforman un paradigma con derivaciones en la economía, pendiente de reconocer el valor que aporta el cuidado; en la política; en la ética, completando a la ética de la justicia. Las mujeres somos socializadas más cerca de este paradigma, pero todos estamos llamados a asumirlo. La clave: reconocer la vulnerabilidad, una característica biológica y hacerse cargo de ella, convirtiéndola en política con la respuesta de cuidado.

Una de las oportunidades que ofrece esta crisis es la de colocar el cuidado junto a la producción y aunque el lenguaje fuerza a nombrarlos como una dicotomía no es tal: producir y cuidar se realimentan y se trenzan en el día a día de nuestras vidas de manera inseparable. Queda la vía de ensayo y error para decidir y encontrar el equilibrio necesario entre estas actividades.

Carmen Magallón es presidenta de la Fundación SIP y WILPF

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