Cartografía de urgencia

Varias personas guardan la distancia social el domingo en Zaragoza.
'Cartografía de urgencia'.
José Miguel Marco

Nos hemos convertido en islas distantes. Los nuevos límites nos obligan a redimensionar apresuradamente el mundo, en una cartografía de urgencia que no es fácil de asumir. Determinar las distancias correctas siempre ha sido un signo de sabiduría y ahora es además un desafío de incierto resultado. Ni siquiera somos capaces de acotar la propia pandemia: solo podemos elucubrar cuándo y dónde empezó y nos sume en un vértigo insoportable tratar de predecir su final. Por eso en la expresión ‘nueva normalidad’ pergeñada en los sótanos monclovitas habría que apreciar una cierta misericordia, la de permitirnos fijar un horizonte reconocible, antes que un modismo vacuo.

Si la gestión de la pandemia se traza hoy en un mapa caótico es merced a la relatividad de las distancias, a la volatilidad de las cifras. ¿Dónde empieza a medirse la incompetencia de un Gobierno y dónde la propia desmesura de la pandemia? Del equilibrio oscilante entre esos dos hechos incuestionables –la negligencia y la catástrofe– y del énfasis que se haga de uno u otro, se deducirá dónde estamos nosotros mismos.

Se trata, por tanto, de una brújula que está dejando en evidencia criterios espurios de siglas o prebendas en función de la coyuntura de quién ocupa el poder. No deja de ser un espectáculo indigno que los incendiarios de antes se reconviertan de la noche a la mañana en postulantes, según a quién hay que criticar, del sosiego y de la presunta responsabilidad. Parece difícil creerse a las ovejas que han aullado durante tanto tiempo pero la memoria, se dice, es débil. Y si la incompetencia puede llegar a encontrar algún contrapeso en la excepcionalidad de las circunstancias, no pasa lo mismo con el falseamiento y el engaño.

La mesura no exige de silencios sino de algo bien distinto: de decencia, tanto en la crítica como en la defensa de una gestión. Y para serlo ha de ser coherente. Mesura deriva de mensura y se percibe estos días tanta desidia hacia una como hacia otra. En tiempos de pandemia es conveniente pararse un momento y buscar la distancia apropiada con cuanto nos rodea. Solo la estupidez no conoce límites. Recuérdenlo la próxima vez que alguien se les eche encima por la calle o en el supermercado.

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