Dominical de la covid

Opinión
'Dominical de la covid'.
HERALDO

Empezó, como todo, con aires de grandeza y ha acabado en lo rancio. ¿Cómo nos cambiará la crisis del coronavirus? ¡El mundo no volverá a ser como antes! Lecciones para una vida postpandemia... Han sido las frases preferidas para un dominical y para la esperanza, que se parecen bastante. Se ha hablado de tomar conciencia de que somos mortales, de que sabremos aprovechar más el tiempo, valoraremos más la libertad, los viajes, las caricias, el cuidado de nuestros mayores, la estima hacia la sanidad pública... la cosa ha llegado a tal punto, que se han visto defensas enconadas hasta de lo que significa pagar impuestos para sostener todo esto que nos cuida. Y, en definitiva, se ha trazado un lienzo utópico con colores similares a la crisis de 2008, que creo que acabó en una papelera. Al final, parece que para la covid-19 habrá vacuna y no demasiado tarde. ¿Seis meses?, ¿un año? Llevamos dos meses de pandemia mundial y ya se encuentra uno el gallinero político a la rapiña electoral. También pisos en alquiler en el centro de las ciudades cuya fecha límite de contrato es diciembre de 2020 y, a partir de entonces, de nuevo al régimen turístico. En definitiva, que es difícil ver el futuro pero si achino los ojos y no me pongo muy imaginativo, veo allá a lo lejos, en el horizonte, un mundo consciente de que se ha recuperado del coronavirus porque ya puede volver a hacer lo de siempre.

La pena de saber por qué este drama sanitario y social no nos hará diferentes es porque el propio drama en sí, excepto honrosas excepciones, se ha deslizado sobre el mundo de antes y hacia él se impulsa. Las medidas restrictivas llevan días envueltas en la retórica del "¿y cuándo podré...?" porque los muertos pronto son costumbre. No hay una relación directa entre la idea de colectivo y las consecuencias de la enfermedad, que se empequeñecen a medida que la libertad fomenta los hábitos abandonados, que tienden al individualismo. Y para eso no hay vacuna ni se la espera.

La anterior crisis económica, de la que aún nos estábamos reponiendo, recuperó la figura del trabajador que, a pesar de serlo, sigue siendo pobre. Quizá ese complejo apuntaló un culto a la imagen propia nunca antes conocido hacia el que vamos desbocados para seguir soñando, qué sé yo, con la portada de un dominical.

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