La normal normalidad

Alguien le puso una mascarilla a la estatua de la plaza de San Felipe de Zaragoza.
Alguien le puso una mascarilla a la estatua de la plaza de San Felipe de Zaragoza.
Javier Cebollada / Efe

Rafael Nadal es apreciado por la mayoría de los españoles no solo en razón de sus éxitos deportivos, sino también por su bonhomía. Sintoniza bien con la gente; al menos, con mucha gente. Y ha vuelto a dar en el clavo. En una entrevista para ‘ABC’, el genial tenista afirma: "Yo confío en recuperar la normalidad. Se habla de nueva normalidad y yo quiero una antigua normalidad, la de antes. Quiero recuperar mi vida, quiero que la gente se pueda abrazar". Ese sentimiento lo comparten, lo compartimos, millones de ciudadanos; no solo en España, desde luego. Ansiamos superar la pandemia y sus secuelas y volver a la situación anterior, a los hábitos y las formas de una vida de relación y de trabajo sin condicionantes profilácticos ni distancias hirientes. La idea de la ‘nueva normalidad’ sugiere que eso se ha acabado para siempre. Parece una expresión inventada ex profeso para escamotearnos el objetivo de la verdadera normalidad. No es que no nos demos cuenta de la situación. Sabemos, está claro, que volver al punto previo a la covid costará tiempo, quizás meses, quizás más de un año. Pero no queremos perder esa perspectiva. Ni que la pierdan quienes nos dirigen. Esa es la meta y no otra. También sabemos que en la sociedad anterior a la pandemia había muchos problemas, muchas reformas pendientes y muchos cambios necesarios. Estábamos, como ciudadanos, en ese debate. Y de lo que se trata es de que podamos recuperar la discusión razonable y democrática cuanto antes para buscar, entre todos, soluciones. Y no, desde luego, de que algunos aprovechen este drama para colarnos las suyas de matute, sin que podamos ni discutirlas ni elegirlas.

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