Por
  • José María Serrano Sanz

Mi Recopa

Los jugadores del Real Zaragoza celebran la Recopa conquistada el 10 de mayo de 1095
Los jugadores del Real Zaragoza celebran la Recopa conquistada el 10 de mayo de 1095.
Archivo HA

Antizaragocista. El maldito bicho del coronavirus también lo es, claro, no podía ser de otro modo. Nos ha dejado en el limbo el ascenso, el año en que nadie podía tener argumentos en contra. Nos ha vuelto a posponer la ‘operación Romareda’, esta vez que parecía ir en serio. Y nos quiere dejar sin la celebración de los veinticinco años de la Recopa, pero al menos algunos la evocaremos.

¿Cómo olvidar el 10 de mayo de 1995? ¿Cómo no rememorarlo, incluso en tiempo de confinamiento? He estado en todas las finales jugadas por nuestro Real Zaragoza desde la del gol de Rubén Sosa en 1986. He estado en las muchas ganadas (aquella del Calderón contra el Barcelona, Calderón y Cartuja contra el Celta, Montjuic contra el Madrid) y las pocas perdidas (¡ay! Urío y el exceso de confianza de 2006). Pero París es incomparable. No me refiero a la ciudad, claro, sino a la Recopa.

Salí de Zaragoza en la madrugada del 10 y volví en la del 11, a punto para recibir al equipo en la plaza del Pilar, con las calles todavía llenas de vestigios de la celebración. En medio paseé alrededor de la torre Eiffel, rodeado de banderas zaragocistas (lástima que no hubiera móviles, como ahora), comí en un ‘bistrot’ como nunca en París (esto es una impresión a posteriori, por supuesto), saludé milagrosamente con la bufanda al autobús del equipo cuando se acercaba al campo, tiré mi puro al aire tras el gol de Nayim (y nadie, ni siquiera yo, se quejó)… ¡Qué tiempos aquellos!

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