Suspiros de la Madre Tierra

Opinión
Madre Tierra
HERALDO

Escribir sobre lo que podrían decir otros no resulta fácil, pero en este caso hay que intentarlo. Como la Madre Tierra no tuvo su día el 22 de abril, hemos de poner altavoz a su vocación existencial, siempre participada con todos. Seguro que estará sintiendo como propia nuestra actual odisea; la escucha y la ve en muchos relatos cruzados: sufrientes unos, emotivos otros, la mayor parte tan increíbles como inesperados. Consciente de que pasa algo raro, nos previene: el mañana no será como anteayer.

Casi sentirá como propia nuestra confinada soledad. Al menos, durante estos días habrá sufrido menos improperios de la gente que la utiliza; le hará bien un descanso, si bien temerá que la atropellemos de estampida cuando nuestros pesares se serenen. A menudo sucede cuando la libertad humana encuentra una ventana abierta. Como quiere entendernos se enredará en la paradoja: ahora que no la usamos tanto –menos consumo de todo tipo– suspiramos por encontrarnos con ella, mucho más incluso que cuando la invadimos en los periodos vacacionales.

Querría negarlo, pero se ve en un mundo de soledad. Incluso en las ciudades apenas se escuchan sonidos. Contempla menos luces en la noche, pero eso le asegura que aún nos encontramos ahí. Se asombra de que desde su marcado periplo de traslación y rotación cada día ve más estrellas que pueden guiarnos, antes ocultas tras el aire contaminado. Recuerda, sin resquemor, el pasado compartido con la gente; escucha el presente y quiere entender no sé qué del futuro. Seguro que le gustaría adentrarse en la mente de los humanos para advertirles de que se enfrentan al mayor desafío desde hace muchas generaciones, pero que esta crisis les permitirá entrenarse para un futuro que no tardará en presentarse, pues los sobresaltos llegarán con más frecuencia; al menos eso ha escuchado decir a los científicos que la auscultan.

Aprovecha para ofrecernos su sentido deseo de reconciliación, de que nunca separemos los caminos tal cual sucedía hasta anteayer. A pesar de que la han acusado de haber liberado el maldito virus que ahora nos mantiene atrapados; incluso algunos malpensados han entendido la pandemia como una venganza. Antes bien, justifica que tenía retenido a este coronavirus ‒como a otros muchos‒ en su ecosistémico mundo, pero la gente egoísta empezó a darle dentelladas y abrir rozas, y de allí partieron esos bichos que ahora atacan a la sufridora especie humana. Aislarse de la Madre Tierra es una aventura de alto riesgo.

Suspira por que tengamos un nuevo Renacimiento, diferente a aquel que cambió el mundo medieval por otro plagado de arte y técnica, del que aún somos deudores. Ahora esa metamorfosis debe ser impulsada por una cultura de la convivencia que venga colmada de esperanza y destino universal. Querrá advertirnos de que tras la pandemia sobran fingimientos, que hay que transitar hacia el mundo de los afectos y el reparto de bienes para que la huella ecológica y social no se desbarate. Porque tenemos pendiente resolver la emergencia climática y de biodiversidad, entre otras deudas. Llevamos demasiado tiempo despreciando el todo planetario o sus partes, tanto que quedó reducido a un estado de fragilidad, escenario similar a lo que estamos sufriendo los humanos. En esta tesitura, convendría reducir el acopio de cosas a las que importan de verdad, que van desde la amistad próxima hasta el más lejano bien común, que tanto tiempo lleva en una especie de UCI.

Quién sabe si el miedo, tantas veces denostado, nos hará ahora más inteligentes. Me imagino que la Tierra aconseja salir de la emergencia aparcando ideologías, optando por una salida verde que supone explorar nuevas ideas: producir y consumir de manera sostenible, usar energía en formato renovable, acordarse de la gente. Algo así como aquel Pacto Verde de la UE que reorientaba un modelo de vida diferente entre todos –gobiernos, agentes sociales, empresas y ciudadanía– para que esta crisis se convierta en el trampolín que afiance los objetivos ambientalistas y genere una nueva sensibilidad social que condicione la priorización del gasto público. Llegado ese momento celebraremos su día, o mejor una semana, apoyados en la reflexión crítica, el compromiso y la participación, aunque haya transcurrido mucho tiempo desde aquel 22 de abril del 2020.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión