HERALDO informa de la evolución de la epidemia de gripe en septiembre de 1918.
HERALDO informa de la evolución de la epidemia de gripe en septiembre de 1918.
HERALDO

Después de leer un buen quintal de libros sobre historia del siglo XX, uno no extrae la conclusión de que la gran gripe de 1918 marcase el devenir de los siguientes decenios. A tenor de la historiografía, aquella pandemia no supuso, como ahora se dice, ‘un antes y un después’, no fue el gozne sobre el que girase un gran cambio de época. Y eso que fulminó a alrededor del 5% de la población mundial (entre 50 y 100 millones de muertos). Puede que los historiadores le hayan prestado poca atención, más pendientes de otros fenómenos. O quizás coincidieron en aquel momento procesos, no menos estremecedores, como la Primera Guerra Mundial o la Revolución Rusa, que han ocultado su trascendencia. O tal vez las gentes de entonces, acostumbradas a sufrir el azote de las infecciones, encajasen el golpe terrible con estoicismo: ¿puede la desgracia inmunizar contra la desgracia? El caso es que en los libros de historia la epidemia mortífera de 1918 solo merece algún párrafo o una mención indirecta. Lo que contrasta hoy, llamativamente, con el aluvión de predicciones que anuncian que la covid-19 traerá una transformación social y política profunda y de largo alcance, que será un hito en el curso del siglo XXI después del cual nada volverá a ser como antes. Predecir el futuro es difícil empeño; y más, ante una enfermedad sobre la cual, a decir verdad, lo único que sabemos por ahora es que sabemos muy poco. Así que es posible que los profetas tengan razón y que la pandemia abra paso a la gran revolución de nuestro siglo. ¡Quién sabe! Pero tampoco descartemos la posibilidad de que, a la larga, este coronavirus acabe siendo una nota a pie de página en los libros de historia.

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