Una España mejor

Opinión
'Una España mejor'.
KRISIS'20

Se ha abierto el cofre de la memoria. Momento de crisis y como tal lleno de melancolía. Se busca en el pasado y se encuentra a una generación que fue capaz de pactar su futuro. Situación histórica diferente. Ayer ilusión, construir un país democrático y miedo a una involución (un atentado de ETA al mes). Hoy crisis y temor a una tentación autoritaria. Los Pactos de La Moncloa fueron un acuerdo económico y social, entonces con una inflación al 30%. Hoy se trata de la reconstrucción económica, política y social de un país que, como el mundo entero, ha sufrido un parón brusco e inesperado que evidencia la vulnerabilidad de una economía globalizada que ha roto la idea de límite. No es preciso insistir en la gravedad del momento, bastante nos lo recuerda la muerte. Hoy es necesario fortalecer la cohesión social, la movilización ciudadana, la interlocución internacional y la imprescindible tarea de reconstrucción al menor coste posible.

Pertenezco a una generación que vivió la Transición y que entendió el valor del consenso que no significa unanimidad. La existencia de un común denominador no tiene porque significar la anulación de la dialéctica Gobierno-oposición. Cuando hay un objetivo compartido, el entendimiento sobre los medios es casi mecánico. Hoy el fin compartido no es tan brillante, pero no por eso menos imperativo: evitar el mal mayor, la seguridad sanitaria y el derrumbe del sistema productivo. Pero quizás la dificultad más visible del pacto es que debe ser compatible con la crítica.

Ya era directora de un centro educativo cuando se aprobaron los Pactos de la Moncloa y por lo tanto participé de una manera muy cercana a uno de los acuerdos: la construcción de centros educativos. Nuestra ciudad dobló el número de institutos para hacer realidad la obligatoriedad e igualdad de la enseñanza en nuestro país. Como profesora de Historia he tenido que explicarlos a mis alumnos y les ponía siempre en relación mi generación con la de la Guerra Civil, marcada por la violencia y el hambre, con la que ellos estaban viviendo. Ahora quizá tendría que hablarles de su actual generación, marcada por la pandemia. Señalada para unos como la generación de la seguridad y el orden, yo prefería marcarla por la solidaridad y la cooperación. Y lo creo así, no porque sea una mujer esperanzada, sino porque considero que en nuestro país la democracia está arraigada y por mi confianza en la ciencia y en la investigación. Buscaba que entendieran la Historia como una actividad ciudadana, comunal y compartida, y por eso intentaba que la consideraran como una conversación entre presente y pasado.

Considero que los políticos inteligentes deben de saber interpretar los signos de los tiempos y por tanto creo que es el momento de pactar y acordar para tratar de afrontar el desastre económico y social que nos espera. Cuando pienso en mejorar nuestro país, viene a mi memoria la figura de Manuel Azaña, explicada muchas veces en clase, pues deseaba "una España mejor, pero sin dejar de ser ella misma". Esfuerzo que tenía un constante norte: el de contribuir a elevar las miras individuales y colectivas de los españoles, al considerar sus propias vidas y la de su patria común. Y de ahí que expresara su repulsa de la utilización de la Historia patria para hacerla servir de alimento al odio, lo que constituía "un desvarío anticivilizador". Cuando lees estas palabras entiendes que su pensamiento haya sobrevivido a su tiempo.

Y como a él, desearía que fuera posible que rompiéramos la lógica del enfrentamiento, y compartiéramos como nación espacios intocables, que trabajáramos unidos en la adversidad. Acaso no es eso lo que han hecho los sanitarios y muchos españoles que hemos permanecido confinados en nuestros hogares y que deseo sigamos haciendo en el desconfinamiento.

Nadie se salva solo. Si algo hemos podido aprender durante este tiempo es que las fronteras caen y los muros se derrumban y los discursos integristas se disuelven ante nuestra fragilidad. Hoy les pido que sean conscientes del momento histórico que estamos viviendo. Pues necesitamos líderes con talento, afán integrador y sentido de Estado. Siempre recuerdo y hoy más a Stefan Zweig. En su libro ‘El mundo de ayer’ escribe: "Existe una ley histórica que siempre se repite: los contemporáneos nunca consiguen apercibirse de los movimientos de fondo que determinan su tiempo".

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