Por
  • Víctor Juan

Madres

Opinión
'Madres'.
Pixabay

Conozco hijas que tienen un plan para cuando termine el confinamiento. Lo primero que harán, antes de ir a la peluquería, de volver a pisar una iglesia, antes de dar una vuelta en bicicleta, de salir a correr por el parque, de pasear por la ribera del Ebro o por las cuatro esquinas o por los soportales de la plaza del Torico y la calle de San Juan, antes de disfrutar de una puesta de sol en la montaña, de volver a mirar el mar desde la playa, antes que nada, irán a ver a sus madres para abrazarlas, para decirles sin palabras que lo han conseguido, que han sido valientes, que fue muy duro cumplir ochenta y seis años sin ver a sus nietos, sin nadie que les diera un beso y les cantara, que tuvieron que ocuparse de todo, que limpiaron cuatro veces la cubertería que siempre está limpia, que cocinaron y mantuvieron el ánimo cuando lo fácil hubiera sido dejarse llevar por la dulce tristeza, que han sabido estar solas como supieron siempre acompañarlas a ellas. Abrazarán a sus madres para llorar juntas las lágrimas de la felicidad y del reencuentro.

Conozco madres que han sido, que son, la esperanza de sus hijos, que se han especializado durante esta larga cuarentena en el arte de hacer de tripas corazón y de defender la alegría con uñas y dientes. Madres que les han tenido paciencia, fe y cariño infinito a sus hijos, que han sabido mirarlos a los ojos demoradamente para decirles que los quieren, para transmitirles valor y ánimo. Estas hijas y sus madres hacen que todo termine bien. Siempre.

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