Por
  • Alicia Asín

Nueva Censura

Opinión
Redes sociales.
Pixabay

Si la mentira es humana, la tecnología puede propagarla hasta límites sobrenaturales, como en 1938 cuando Orson Wells desató la histeria colectiva entre gran parte de sus oyentes atemorizados por la invasión de los marcianos. Esa gran capacidad de influir en la sociedad impregna a los medios de comunicación de rigor y sentido de la responsabilidad. Y para los casos en los que la moral se le quede pequeña a alguno, el miedo al ridículo o a la demanda son grandes incentivadores del ‘fact-checking’. Sin embargo, la autoría responsable no aplica a las redes sociales -principal fuente de información de millennials para abajo- en las que cualquiera puede publicar anónimamente lo que quiera y llegar a millones de personas.

Pero la difusión de rumores falsos ha estado presente en nuestra historia mucho antes de que cualquiera pudiera ser un periodista conectado. Es nuestro cerebro, con su sesgo de confirmación, el que tiene predisposición a creer todo aquello que coincide con nuestras ideas, convirtiéndolo en un potenciador de las ‘fake news’.

Para luchar contra ese cáncer de Internet han surgido nuevos censores que acuden en nuestra salvación. Nos piden a los ciudadanos que en vez de confiar en A, confíemos en B con los ojos cerrados. Sin más. ¿Tan poco se espera de nosotros? ¿Por qué no educar y concienciar a la población en espíritu crítico y análisis de datos? O mejor, en exigir transparencia a nuestras fuentes. Así tal vez conseguiríamos luchar contra los bulos siempre, y no sólo «en estos momentos» a conveniencia.

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