Calleja, lo bueno de España

José María Calleja
José María Calleja
Miriam Martínez / HERALDO

La última noticia que tuve de José María Calleja fue el 18 de marzo. Teníamos que buscar fecha para presentar en Zaragoza su nuevo libro ‘Lo bueno de España’ y me enviaba su artículo más reciente, ‘Entre resistiré y no tocarse’, seguido de su proverbial ‘abrazote’. En esas líneas, se alegraba del vínculo que se estaba creando entre los vecinos y cómo deseaba que llegaran las ocho para «formar parte de esa comunidad cívica que aplaude desde los balcones». Y aunque incluso para un ‘optimista de fábrica’, como se definía a sí mismo, ya le costaba mitigar los estragos del virus (entonces con 491 fallecidos), al menos le reconfortaba la nueva relación entre desconocidos.

Desgraciadamente, él ya no se puede asomar al suyo por esta pandemia que tantos huérfanos deja. En su caso, además de familia y amigos, a sus lectores y oyentes, y a tantos periodistas que hemos seguido su trayectoria como escuela de decencia y libertad. Cuando luchaba contra el franquismo en la universidad o contra los terroristas de ETA. También, contra cualquier consigna acomodaticia que pudieran sugerirle en los muchos medios de Madrid en los que ha ejercido con brillantez. Y siempre, con el mejor humor. De la peor época, que le costó llevar escolta 17 años y medio de vida y dejar el País Vasco, él mismo decía: «No pudieron matarme y tampoco amargarme la vida».

Esa actitud y ese carácter los hemos disfrutado quienes hemos tenido la fortuna de compartir con él momentos de su vida zaragozana. Él, que nació en León, fue vasco de adopción y madrileño de residencia, desde hace diez años, y de la mano de su compañera, la profesora universitaria Pilar Vicente, vivía muchos días entre nosotros. Un vecino más de la calle Almagro, habitual del bar del mismo nombre y del Café Levante, donde era feliz. Como lo era en nuestras librerías o exposiciones, compartiendo una anchoa en Casa Aparicio o un cocido en el Candelas. Un lujo de conversación y un derroche de simpatía, garbanzos mediante.

Porque José María era una de las personas más libres de España. Desde posturas progresistas, practicaba sin concesiones las libertades de pensamiento y de expresión, y la defensa de la verdad, siempre bajo la brújula del interés público.

Estos días, el escritor José Luis Pardo lamentaba que estamos perdiendo la libertad de conversación y que solo es fácil exponer intereses de parte. Que atreverse a pensar y expresarse fuera de las trincheras es arriesgarse a la respuesta mordaz, denigrante... o la expulsión.

Lo vivimos en nuestra pandemia… política. Ante la última refriega, con la Guardia Civil como eje, sin duda su portavoz tuvo un lapsus y querría haber dicho que defienden al Estado, no al Gobierno concreto. Pero el Ejecutivo es víctima de sí mismo al abusar de las Fuerzas de Seguridad como portavoces. Quizá la misión inicial era que infundieran respeto, pero ya hace días que los ciudadanos hemos entendido dramáticamente qué pasa. En fin, un mal uso de las Fuerzas de Seguridad, como escudo o como proyectil, con los bulos que socavan nuestra convivencia como munición y contra los que luchaba Calleja. Habría estado, seguro, a favor de la verdad. 

El libro que ya no podré presentar con él lo subtituló: ‘Una crónica histórica ante el ataque nacionalista que reivindica el valor de España’; más coraje cívico para ayudarnos a ser mejores. Si ya fue pionero en dignificar a los asesinados por ETA, llamando a hechos y víctimas por su nombre, ahora reivindica las virtudes de España para que también desde la izquierda se vean los muchos motivos que tenemos para desarrollar el orgullo de ser españoles. 

‘Lo bueno de España’ viaja desde la Constitución de Cádiz a la Transición o el matrimonio homosexual. Cuando ayer estaba acabando estas líneas, su hijo me enviaba la foto de la dedicatoria del ejemplar que me había preparado: «…que comparte los valores de igualdad y progreso de nuestra Constitución. Nos vemos en ZGZ». Junto a la emoción y la gratitud, una llamada al compromiso. 

Ahora, al libro le faltará un capítulo: José María Calleja, periodista y hombre libre. Nuestro llorado amigo se merece todo nuestro reconocimiento: él mismo era de lo más bueno de España.

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