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    ¿Cuándo será otoño?

    Foto de archivo de una sala de cine.
    Las salas de cine esperan la vuelta a la actividad cuando se supere la crisis del coronavirus.
    HA

    Los distribuidores de cine (que están participando también, claro, en el desfile del ‘qué hay de lo mío’ ante quienes manejan el dinero público) han pedido que los estrenos en las plataformas virtuales cuenten para acceder a las ayudas gubernamentales, que se apruebe por tanto una moratoria en el requisito de los pases en salas, hasta que estas vuelvan a recibir público en sus butacas. Alertaban de que puede formarse un cuello de botella, cuando por fin llegue la reapertura, que quite brillo, y rentabilidad, a las cerca de cien películas españolas que tienen prevista su comercialización este año. En la música en vivo, que tiembla mientras va vaciando su agenda veraniega, la que sostiene gran parte de su actividad, confían su supervivencia a un otoño con libertad de movimientos. Los teatros sueñan asimismo con un final de 2020 sin restricciones. Las exposiciones se dejan para entonces. Las presentaciones literarias, igualmente. Así como las conferencias, los congresos, talleres... Y hay quien bromea con cómo nos organizaremos para disfrutar de tanta y tan concentrada oferta.

    Ojalá ese sea el dilema. Porque los augurios son desalentadores. Las experiencias culturales compartidas presencialmente están al final del túnel tan oscuro en el que transitaremos hasta que deje de rondarnos el Covid-19 o tenga cura o haya una vacuna para evitarlo. Sabemos que va para largo. Cuesta visualizarse mientras compartiendo con desconocidos la intimidad de una sala de proyección o de cualquier espacio escénico, aplaudiendo en un auditorio abarrotado, bailando codo con codo en una sala o en un festival, visitando uno de los museos masificados, etcétera. A quienes viven de estas actividades no les salen las cuentas –ni en lo económico ni en lo experiencial– en un mundo en el que las barreras sanitarias más estrictas se integren en la cotidianidad, con aforos siempre mermados por el distanciamiento. La tormenta se les viene perfecta si, además, van a tener que recuperar a un público que estará empobrecido por ertes y despidos.

    Un sector fundamental para la conciencia y el bienestar de cualquier país está en serio peligro, y para salir de esta tendrá que echar mano de toda su creatividad y capacidad de resistencia. Y recibir un apoyo decidido de las distintas administraciones. Parece que va a salir adelante un Pacto de Estado por la Cultura, pero hace falta también un plan de contingencia autonómico. Con urgencia.

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